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Radicales libres: Una química peligrosa
En los últimos años los llamados ‘radicales libres’ han estado en los escritos y las conversaciones de los temas relacionados con la salud, y han sido vinculados con casi todo, desde el cáncer hasta el envejecimiento prematuro y la arterosclerosis; pero ¿de qué se trata?, ¿qué es en sí un ‘radical libre’?
Permítanos un poco de química de secundaria para explicarlo. Luego le diremos cómo es que esos radicales le hacen daño a la salud.
La definición más sencilla de la química dice que un radical es ‘toda molécula incompleta que tiende a buscar con qué completarse’.
En efecto, la materia está formada de moléculas; por ejemplo, la ‘sal de cocina’ está formada por molé- culas de ‘cloruro de sodio’ (que en química se escribe NaCl).
El cloruro de sodio puede derivar a una molécula inestable, en la que el sodio (Na+) y el cloro (Cl-) quedan libres de unirse a cualquier entidad química que encuentren en su en- torno.
El problema es que cuando el cloro y el sodio se separan del cloruro de sodio, se convierten en dos elemen- tos muy peligrosos.
Cuando esos dos elementos esta- ban juntos para formar el ‘cloruro de sodio’ sus efectos destructores estaban neutralizados, pero una vez separados se convierten en dos en- tidades muy agresivas…
Más claro…
El cloruro de sodio (NaCl) es una molécula completa que no tiene ningún peligro para la salud. Pero si el Na+ y el Cl- quedan libres (radicales libres), se vuelven muy reactivos, e incluso peligrosos.
Dicho en otras palabras, los radicales libres son moléculas que perdieron un electrón y por eso se vuelven altamente reactivas. Su misión es atrapar el electrón que les hace falta, para volver a ganar su estabilidad. Y ese electrón lo roban de las moléculas que están en su entorno.
El problema es que la molécula que es atacada por un radical libre, pierde a su vez un electrón y se convierte en otro radical libre. Y de esta manera se inicia una reacción en cadena que, cuando ocurre en el cuerpo de un ser vivo, involucra mucho daño celular.
Repetimos: Una vez que el radical libre ha conseguido robarle a una molécula el electrón que necesita para emparejar su electrón perdido, la otra molécula se convierte a su vez en un radical libre, iniciándose así un ciclo tremendamente destructivo de las entidades celulares.
Lo que eso significa
Los radicales libres siempre reaccionan de manera agresiva con otras moléculas, y con frecuencia crean compuestos nocivos. Por ejemplo, pueden oxidar violentamente el colesterol (oxicolesterol). Y el colesterol oxidado se convierte en una sustancia indeseable, que se pega en el interior de los vasos sanguíneos y contribuye a desarrollar la arteriosclerosis.
Muchos elementos y procesos del medio ambiente crean radicales libres, entre ellos el aire contaminado, el humo del tabaco, la radiación, los fármacos, los pesticidas y los aditivos que se agregan a los alimentos; por nombrar los propiciadores más comunes.
Algunos ‘radicales libres’ incluyen el oxidrilo o hidroxilo (OH-), el sulforilo (SO2=), nitroxilo (NO-), ferrilo (FeO-) y carboxilo (COOH-). Los radicales libres contribuyen al proceso de envejecimiento porque suelen tomar el electrón que les hace falta, de las células del colágeno de la piel. Como resultado, la piel pierde su elasticidad, se seca y se arruga.
Los radicales libres también suelen propiciar el crecimiento anormal de las células, y esa proliferación sin control puede dar lugar a tumores benignos y malignos. Muchos padecimientos crónicos se han ligado directamente a los radicales libres; entre ellos la enfermedad cardiovascular, el Alzheimer, el accidente cerebrovascular, la hipertensión, artritis reumatoide, lupus, diabetes, colitis ulcerativa, arteriosclerosis y falla renal crónica.
Comandos protectores
Las reacciones químicas que involucran a los radicales libres se dan constantemente en las células del cuerpo y son consecuencia de su funcionamiento. Pero el proceso puede ser controlado con una adecuada protección antioxidante. De hecho, a fin de prevenir la formación descontrolada de radicales libres, las células tienen sus propios comandos de control para neutralizan esos radicales peligrosos.
Por otra parte, casi todas las vitaminas, incluyendo la C, E y las del complejo B, son muy efectivas en la protección antioxidante (cuando el organismo cuenta con suficientes antioxidantes, el metabolismo oxidativo de la energía ocurre sin da- ñar las células).
Pero cuando hay pocos antioxidantes, o los sistemas de control son debilitados por un agresor (digamos fumar), los radicales libres se multiplican de forma muy parecida a una reacción nuclear en cadena, rompiendo las membranas celulares, desbaratando enzimas y provocando daños mutagénicos en el ADN (una causa de cáncer).
No siempre son malos Entre las enzimas que controlan los radicales libres se encuentra la superóxido dismutasa, considerada como la quinta proteína más importante del cuerpo humano. Esta enzima también regula la longevidad, por eso cuando es constantemente dañada por los radicales libres, los tejidos del cuerpo se deterioran y comienzan a aparecer los signos del envejecimiento.
Por lo tanto la ‘esperanza de vida’ de una persona es altamente dependiente de la neutralización eficaz de los radicales libres —los da- ños pueden ocurrir en el cerebro, en el sistema nervioso, el sistema circulatorio, y en cualquier otro órgano o región del cuerpo humano.
Pero los radicales libres no son intrínsicamente malos. De hecho, el cuerpo los fabrica en cantidades moderadas para luchar contra las bacterias y los virus.
Las enzimas y los antioxidantes son los encargados de desarmar los radicales libres y convertirlos en entidades inocuas. Pero cuando se produce un exceso sostenido de radicales libres que no pueden ser neutralizados, entonces el daño celular se acelera y se hace evidente.
El antídoto protector
Como ya se explicó, los radicales libres reaccionan intensamente con otras sustancias, y al hacerlo provocan una oxidación muy severa. Puesto que los radicales libres involucran reacciones ‘oxidantes’ muy enérgicas, la mejor manera de protegerse contra ellos son los ‘antioxidantes’, que al ser atrapados por los radicales libres, los convierten en moléculas estables e inocuas. Los antioxidantes más efectivos son la vitamina C, las vitaminas del complejo B, la vitamina E y el betacaroteno (provitamina A).
Los expertos creen que los antioxidantes constituyen la protección más eficaz contra el daño celular y las enfermedades degenerativas. El cuerpo produce sus propios antioxidantes, como por ejemplo la transferrina, lactoferrina, ceruloplamina, albúmina y bilirrubina.
Pero la mayoría de los antioxidantes ingresan al cuerpo con los alimentos; entre ellos los que son ricos en vitamina C (cítricos), en vitamina E (nueces), en betacaroteno (zanahoria), en flavonoides (uvas y té) y en fitoestrógenos (soya). Minerales como el selenio y el zinc también desempeñan un papel importante como antioxidantes. La principal fuente de antoxidantes son las frutas y verduras. (Redacción de Vanguardia)