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Recordando a @SoyMargarito
Los defensores de Humberto Moreira (que sí los hay y se les distingue por una cicatriz en la frente resultado de una lobotomía), esgrimen en defensa de su amado docente que “hizo mucho” o que “ayudó a mucha gente”.
Aquel consabido argumento, cuya invocación es síntoma de infantilismo democrático y franca discapacidad civil: “Todos roban, pero éste de perdido nos dio algo”, es recurrente entre los bienquerientes del exgobernador.
Con ellos es inútil dialogar; documentar hechos o presentar la más tímida evidencia financiera. No la van a admitir siquiera, no hablemos de asimilarla o comprenderla. Tal como dictan las leyes del populismo: La emoción por encima de la razón.
Así que encarecidamente le recomiendo que no se desgaste, no pierda su tiempo ni sus estribos discutiendo con quien no está a su nivel. Claro, a menos que lo haga con fines recreativos y se encuentre un sparring dialéctico cortado a su medida, uno al que pueda usted sacar fácilmente de sus casillas y tenga al poco tiempo trinando de rabia.
De lo contrario, no se exponga o es probable que el que acabe haciendo el entripado sea usted y los corajes no son parte de una dieta balanceada.
Sepa simplemente que los “humbertistas”, los “amigos del profe” los #YoSoyCómplice no traen, como se dice en beisbol, nada en la bola.
Pero no se crea que la defensa de Humberto recae exclusivamente en señoras pobres de colonias marginales que aún ven en el profe a un redentor y galán para fugarse en telenovelera fantasía político-erótica.
Nuestros eminentes legisladores (brillantes, pero sobre todo probos) también se han pronunciado por la inmaculada honra de Humberto.
Bueno, quizás hablar en plural fue una exageración cuando quería referirme en concreto de nuestro gigantesco diputado Jericó Abramo Masso, quien desde la máxima tribuna parlamentaria de México dijo “…no es correcto que se traiga un tema que ya quedó debidamente investigado y superado”, en relación a la iniciativa de otros actores políticos por continuar investigando el rastro de caca que inequívocamente conduce hacia uno de los 10 personajes más corruptos del País según aquel histórico número de la revista Forbes.
De acuerdo con Jericó ,sin embargo, por allí no hay más delito que perseguir, nada que indagar, Humberto quedó debidamente exonerado y su inocencia más que demostrada. Claro, en un País que brilla por sus bajos niveles de corrupción y su puntual impartición de justicia, las palabras de Jericó nos reconfortan bastante. Ahora sí que, como diría el difunto y muy llorado cíberoráculo de Twitter, Margarito Esparza, “L’ambre es canija”.
Hoy que Humberto ha perdido los estribos, que demanda periodistas y medios de comunicación enteros, el
tema de la deuda se reaviva. Pero para muchos jamás entró en pausa.
Antes que eso, aquí criticamos el trato de celebridad que se le daba a Humberto Moreira: “Humberto es papá nuevamente”, “Humberto presume su abdomen”.
Se le dedicaban encabezados como de estrella farandulera cuando lo que siempre se ha necesitado, en cambio, es que Humberto Moreira sea investigado, cuestionado, que los cabo se aten, que el rompecabezas de esta horrenda imagen se reconstruya.
Pero no, por un tiempo, incluso posterior a su gestión y exilio, se le celebraba cuanta monserga nos recetaba. Mala idea, porque como dijimos en la entrega pasada, los locos, locos serán y siempre terminan por revelarse cual peligrosos son.
La actual administración estatal, heredera del Sexenio de la Gente no sólo por su apellido sino en sus catastróficas finanzas, no ha hecho sino soterrar el asunto de la Megadeuda bajo todas las posturas retóricas imaginables: El Gobernador ha ignorado el hecho, lo ha admitido aunque minimizado, lo ha considerado
“superado” e incluso ha presumido sanidad financiera.
Aquel mítico y shakesperiano distanciamiento político y personal entre los hermanos Moreira nunca me ha parecido verosímil, toda vez que, pese a cualquier especulación, la presente administración no ha dejado un solo día de encubrir los pecados de la que le precedió.
Por si fuera poco, el Gobierno actual en vez de manejar adecuadamente el tema de la deuda y la deuda en sí misma, sólo la ha incrementado, erogando casi un tercio del monto total en reestructuraciones pero sin saldar absolutamente nada al capital. Es decir:
MEGADEUDA al inicio de la gestión de Rubén Moreira: 36 mil millones de pesos.
REESTRUCTURACIONES y pagos de intereses: 10 mil millones de pesos.
MEGADEUDA al día de hoy: 36 mil millones de pesos.
No sé usted, pero yo siento desde hace un sexenio como que nos están viendo la cara de pendejos.
Por hoy, sólo nos resta volver a citar al difunto Margarito: ¡Posoye!
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