Reflejo de los tiempos

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Reflejo de los tiempos

La historia de la programación televisiva en México refleja en muchos sentidos la historia de nuestro propio País. Se contaban historias que gustaba un sector de la población y se valían de ellas para ofrecer líneas de acción como la del control natal o la educación para los adultos.

Vendrían también las novelas históricas acompañando en un importante peso en audiencia a las telenovelas de corte romántico; para algunos ya en la actualidad productos en extinción. Hay quienes aún quieren salvarlas y entonces han recurrido a hacer nuevas versiones, con nuevos personajes y ligeras variantes en la historia.

Una Catalina Creel más joven y muy delgada, pero con parche, ataca de nuevo en “Cuna de lobos”, la novela que literalmente paralizó a México. Vuelve al televisor con el propósito de atraerse nueva clientela que, debido a la cantidad de ofertas y posibilidades disponibles, emigró a otras opciones. Sin embargo, según la información, no ha logrado obtener el rating deseado; para muchos no es de ninguna manera el producto impactante que se esperaba.

Ocurre que México ya no es el mismo. Los mexicanos ya no somos tampoco los mismos. ¿Cómo sería aquel México que en una noche del 5 de junio de 1987 paralizó completamente sus actividades, estuviera donde estuviera, para trasladarse a casa a ver el final de una telenovela en la que por primera vez no se explotaba el tema sentimental como la principal trama?

Una vez Jacobo Zabludovsky, entrevistado por Silvia Lemus, si mal no recuerdo, cuando ésta le enfrentó con la pregunta de por qué no había hecho lo que se esperaría de él en momento crítico de la historia de México, él le contestó que el País había cambiado mucho antes de que lo hiciera la televisión.

Y así siguió ocurriendo. ¿Quién podría prever que la principal empresa, monopolio de la televisión mexicana, pudiera enfrentar a los monstruos que vendrían después en materia de telecomunicaciones?

Así, a las telenovelas las fueron sustituyendo otro tipo de programas y, por el otro lado, surgieron las series en streaming. Ya no todo mundo estaría conectado, pero sí muchos seguirían a personalidades que antes tuvieron su apogeo en la televisora nacional más importante de México, como fue el caso de Verónica Castro con “La Casa de las Flores”.

El éxito fue inmediato y de nuevo llegó para ella, como para los que están frente a cámaras, la curiosidad de los televidentes y usuarios de estos sistemas.

La transformación de los medios continúa. Quienes son sus usuarios, también, enfrentados a mundos quizá antes no imaginados. ¿Hasta qué punto habrán de cambiarse ya, por fin, los contenidos?

Repetir programas y volver a producir algunos que en su momento tuvieron éxito no parecería la mejor fórmula y, sin embargo, es lo que algunos han optado por hacer.

Si pensamos, por ejemplo, en algunos de los personajes creados por actores como Luis de Alba o Héctor Suárez, no podríamos encajar a los mexicanos del siglo 21. Con esos personajes se intentaba colocar una suerte de espejo, mostrándolos como una crítica en donde tuvieran cabida empleados de gobierno, afanadores, franeleros, secretarias, mecánicos, gente rica o, por el contrario, pobre.

Hoy continuamos estableciendo clichés. Se sigue estereotipando, colocando etiquetas, pero la sociedad mexicana es ya mucho más que todo lo que a ello pudiéramos referirnos en ese pasado.

Si antes ya existía ese México multicultural, no visto, no apreciado por los medios masivos de comunicación, hoy la evidencia es palpable y es posible entenderlo y entendernos de manera distinta.

La clave para que los medios, que han sufrido tantas transformaciones tecnológicas, logren asentarse debidamente radicará en la efectividad para entender los procesos que nuestro País ha sufrido y cómo ha cambiado el mexicano común y corriente. Un mexicano ya instalado en la modernidad es, en muchos sentidos, un mexicano globalizado. Un mexicano de mente abierta, en una gran mayoría de los casos.

No es esto debido a una transformación súbita. No es, ni por asomo, cosa ocurrida en 10 o 12 meses.

Esto es el sedimento de muchos y largos años, de los cuales uno a uno valió algo para llegar a estos momentos, en muchos sentidos, de definición.