Repobable olvido

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Repobable olvido

Muchas son las ciudades en México que guardan relaciones estrechas con nuestro estado, por la presencia de paisanos que acometieron en ellas acciones significativas. Sembraron su semilla en los sitios a donde llegaron y esos lugares se convirtieron en símbolos importantes para los mexicanos en común.

Una contundente frase de la maestra Josefina Moguel Flores ilustra la presencia de grandes personajes en sitios hoy emblemáticos gracias a ellos. Al atravesar por primera vez el umbral de la Hacienda de Guadalupe, la historiadora especializada en la figura del Varón de Cuatro Ciénegas, dijo con emoción profunda: “Aquí puso el pie Venustiano Carranza; y donde puso el pie, puso la Historia”.

Con esta expresión impresa en la memoria, me adentré hace unos días a la expenitenciaría donde fue recluido Francisco I. Madero en la capital de San Luis Potosí. El lugar fue objeto de una admirable restauración y ha sido convertido en Centro de las Artes. 

Llama la atención el número de patios, ocho, y pasillos que tiene el lugar. Fue diseñado con el estilo conocido como panóptico, lo que significaba que los internos eran objeto de estricto dominio visual de los guardias y con la pretensión de que entradas y salidas fueran controladas en todos los espacios. Madero obtuvo libertad condicional, la que aprovechó para, disfrazado de ferrocarrilero, escapara a San Antonio, Texas. Es desde aquí donde lanza el famoso Plan de San Luis, en cuya redacción colaboró otro coahuilense, Federico González Garza. 

 La construcción del edificio dio inicio a finales del Siglo 19, en 1884, pero se concluyó hasta 1904. Desde sus comienzos, hasta marzo de 1999, fue utilizado como centro penitenciario. La celda de Madero es una de las primeras luego del patio principal, entre las cinco inmediatas a la llegada al área de reclusos, y protegida de acceso con una puerta de cristal. Dentro, la bandera de México y el texto del Plan. También, una placa adorna el frente, donde se refiere el tiempo de reclusión de Madero, del 22 de junio al 22 de julio de 1910, y la filosofía de libertad y democracia que buscaba por sobre todas las cosas el destacado coahuilense.

Viendo el sitio, ahora poblado de voces y música, no se imagina uno el dolor y la desesperación que habitaron los pasillos, los patios, esas celdas. En cambio, la nitidez, la cuidadosa restauración y una columna central en la cual destacan dibujos y pinturas, hacen pensar en lo bien que se sentiría don Francisco I. Madero de haber sabido en qué se convirtió aquel sitio de desesperanza, donde estuvo antes de lanzarse por la libertad que ahora se goza en este espacio.

La creación del Centro de las Artes de San Luis Potosí Centenario (Ceart) resulta a iniciativa de la Secretaría de Cultura del Estado y del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, a través del Centro Nacional de las Artes. Se inauguró el 27 de agosto de 2008 y es considerado Monumento Nacional.

Espacios como este dan mucho qué pensar en relación a la importancia que guardan las acciones de los hombres que soñaron, de verdad, sin pretensiones ni poses, una patria para los mexicanos, y el eficaz resguardo de los lugares donde esos hombres tuvieron asiento. Una patria de libertad, una patria de democracia, como fue el caso de don Francisco.

Particularmente para Coahuila es conmovedor encontrar un sitio tan bien cuidado, con el respeto que le confieren otros mexicanos a uno de nuestros coterráneos. Nosotros mismos, son muchos los lugares que hemos preservado para grandes figuras, como es el caso del Varón de Cuatro Ciénegas, en el Museo que lleva su nombre en aquella región del estado; o la merecida honra a quienes fueron presidentes de México, en donde se encuentra la figura del propio Madero, repetida en el Museo de la Revolución.

Si bien ello hemos hecho en nuestro estado con figuras del altura histórica, no estaría mal que también lo hiciéramos con otras más de distintas disciplinas. Casos particulares, los literatos o músicos. Julio Torri, por ejemplo, de quien ni la placa que recordaba su nacimiento se conservó en la calle Victoria. Carlos Pereyra, Pablo Valdés Hernández, Artemio de Valle-Arizpe son personajes con los cuales aún tenemos una deuda. 

Coahuilenses que honraron, con su trabajo, su tierra. Honrémosles nosotros a ellos también perpetuando su nombre en las ciudades que los vieron nacer.