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¿Responsabilidad social o responsividad social?
La justicia es hacer lo que a cada quien le corresponde hacer, decía Platón en su libro La República. Sin embargo, este es un tipo de justicia conmutativa, para simplificarlo, yo te doy y tú me das, pero no se va más allá. Es un tema que tiene que ver con alguien que cumple medianamente y hasta ahí. De ahí que me parece absurda la costumbre de premiar en las organizaciones públicas o privadas; la asistencia, la puntualidad, las buenas prácticas, el buen comportamiento y otras tantas cosas que cualquier miembro de la misma, debe hacer.
De un médico se espera que cure y que se supedite a lo que dice el juramento hipocrático. De un abogado que se espera que se apegue a las leyes y no que las transgreda. De un arquitecto que no camufle materiales, de los ingenieros que estén preparados en sus respectivas áreas y hagan lo que tienen que hacer. Por supuesto, de un político que vele por el bien de la sociedad, de un profesor que enseñe, de un centro delantero que meta goles, de un estudiante que estudie, de un actor que haga una buena película, en fin, que cada quien haga lo que tiene que hacer y cumpla con sus deberes. Eso es lo mínimo indispensable. Por tanto, no se puede premiar lo mínimo indispensable, porque eso es lo que se tiene que hacer.La máxima del Maestro de Nazareth “siervos inútiles somos y hemos hecho lo que teníamos que hacer” ilumina perfectamente esta práctica.
Si queremos que la realidad cambie, tendríamos que estar virando y cambiando el chip de las personas y de las organizaciones. ¿Por qué premiar al puntual? ¿Al que asiste? ¿Al que saca buenas calificaciones? ¿Al profesional que cumple con las normas organizacionales? ¿A la empresa que se apega al deber ser? ¿Qué no es lo que se tendría que hacer? La mediocridad es tanta que quien hace lo que debe parece que es sobresaliente. Son cumplidores y nada más. Es lo esperado.
El problema se encuentra en que en una sociedad como la nuestra como no hacemos lo que tenemos que hacer, el cumplimiento se volvió virtud, pero en muchos casos solo es “cumplo y miento”. La virtud es la fuerza, la excelencia, el heroísmo y el romper con los estándares establecidos en el accionar de una persona. Lo peor del caso es que los virtuosos ni siquiera están dispuestos a aceptar premios que reconozcan las diferencias que ellos tienen con la media.
Eso mismo ocurre en el plano empresarial. Empresas que cumplen con lo mínimo indispensable, sin embargo, son más las que no cumplen. Primero porque no ésta en su esencia y segundo, porque privilegian las ganancias por encima de los derechos, el comercio justo y el medio ambiente. Muchas han recurrido al mote de la Responsabilidad Social Empresarial (RSE), como bandera legitimadora. Porque saben que el concepto es como un manto protector que les dará confiabilidad pública, para sintetizar el discurso, la RSE es cumplir solamente con los mínimos indispensables establecidos en algunos casos por el Pacto Mundial, el Fair Trade, el Fair Play o en el caso de México, por la CEMEFI.
Aclaremos. Algunos autores consideran el concepto no solo pasado de moda, sino caído en el descrédito porque su implementación ha rendido pocos frutos. Para muestra un botón, veamos el caso de una buena parte de trabajadores mexicanos que no han consolidado sus derechos laborales básicos, porque una empresa socialmente responsable tiene su soporte en el capital humano, antes que en el constante y sonante ¿si no porque es socialmente responsable?
Sé que algunos de Ustedes estarán pensando en la idea utilitarista de la empresa, es decir, una empresa se coloca en medio de la sociedad para producir ganancias. Por supuesto, es una parte, pero si todo se centra en esta dimensión hablamos de una visión sesgada. Porque si la empresa es solamente un agente económico sería un grave error. Las empresas tienen una influencia determinante en las esferas de la vida social.
Por ejemplo, determinan los hábitos de consumo, los valores vigentes en una sociedad, hoy vivimos bajo la óptica axiológica del libre mercado ¿o no?, contribuyen también a la construcción social, tienen influencia y son contrapesos para el poder político, determinan el estado medioambiental, en fin. De ahí que la idea de ser socialmente responsable, las hace ser, aunque suene paradójico, responsables de la sociedad y de los seres humanos que la componen.
La RSE, no solo debe mirar más allá de las utilidades y tener un cuidado puntual con los grupos de interés (clientes, proveedores, gobierno, medio ambiente, la sociedad, los sindicatos, las Ong´s), procurando tratarles conforme a normas y valores de justicia, porque eso es lo esperado, debe que ir más allá. Eso es lo mínimo, debe de aspirar a ser virtuosa, es decir, debe de aspirar a la excelencia. Probablemente sea un tema de “un día a la vez”, pero entonces, que hasta que realmente lo sean, se declaren. Porque el tema central de la RSE es la rendición de cuentas, es decir, no solamente es el tema de asumir las consecuencias de los impactos, sino la prevención de los mismos.
Mi querida y admirada mentora la Dra. Susana Patiño ante la inoperancia del modelo económico reinante y los intentos de la RSE por humanizar la dimensión económica, sugiere el desarrollo de la responsividad ética en la sociedad y en el mundo empresarial. Es decir, se trata de velar por los derechos de los demás más allá de los límites del contractualismo, porque hablamos de una actitud solidaria del ser humano y en el tema que hoy nos compete, de las empresas.
No se trata de hacer solo lo que dicen los acuerdos o la normatividad, eso es lo mínimo indispensable. Se trata de hacer sólido al otro, de fortalecerlo, de desarrollar capacidades y de no generar dependencias. Se trata desde el punto de vista antropológico de una reivindicación del ser humano como ser relacional. Por eso, Bernard Waldenfels afirma que la responsividad va más allá de lo que ordinariamente se entiende por el concepto responsabilidad social y Emanuel Lévinas dice que se trata de la responsabilidad absoluta del otro, ante el otro y para el otro. El marco de referencia se encuentra en la Ética del cuidado, donde la idea fundamental es la preocupación del bienestar de la persona y de sus necesidades.
Por eso considero necesario el viraje de la RSE a la responsividad social. La primera, parte del cumplimiento del deber ser, que definitivamente es loable, sobre todo en un país como el nuestro. La segunda, nos hace verdaderamente humanos y corresponsables de la suerte que muchos hermanos nuestros por la lotería social viven. Un ejemplo de lo que ahora comento es lo que hace Carlos Gutiérrez Aguilar en la empresa Davisa, que busca hacer más nítido, el rostro humano de la construcción, éste excepcional profesional y dilecto amigo ha distinguido ya, en sus prácticas empresariales, las abismales diferencias entre el cumplimiento del deber ser y la solidaridad.