Rostros auténticos: Dejar de aparentar aquello que no somos

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Rostros auténticos: Dejar de aparentar aquello que no somos

Ilustración: Vanguardia/Esmirna Barrera
Es importante frenar la cultura del egoísmo y enseñar a los jóvenes a vivir siendo ellos mismos, sin máscaras

Ya cierra enero, el paso del tiempo es implacable, por ello no hay que acordarnos tardíamente de vivir la existencia. Séneca decía: “los que tienen una vida muy breve y acongojada son los que se olvidan del pasado, descuidan el presente y temen el futuro; cuando llegan a lo último, comprenden tarde los desdichados que estuvieron ocupados mucho tiempo en no hacer nada”.

En este contexto, a medida que maduramos tendemos a perder menos el tiempo en actividades banales, evitamos personas ácidas y negativas, estamos también más dispuestos a aprovechar las oportunidades que la vida gratuitamente otorga y a concentrarnos en lo significativo y trascendental. 

El paso de los años convoca a cerrar la brecha entre lo que verdaderamente se es y eso que uno ilusoriamente cree que es; a intentar comprender la diferencia entre el ser y el aparentar ser; entre lo real y la ficción.

Los años vividos enseñan que la vida es inusual e impredecible, que ignoramos más de lo que conocemos y que eso que no sabemos suele ser más importante que lo conocido. El tiempo también ilustra que los libros leídos tienen mucho menos valor que los no leídos, que entonces la selectividad, para diferenciar la paja del grano, con los años se torna imprescindible.

LO QUE SE ES

Releyendo a Martín Descalzo he encontrado un breve pasaje, en el cual magistralmente aborda un tema que en lo personal atrae mi atención y que se relaciona con vivir en un mundo de fábula. 

Me refiero a que las personas nos afanamos en aparentar ser lo que no somos, y en esto perdemos tiempo y energía. Es cierto, nos encanta escondernos en miles de máscaras prefabricadas evitando vivir a plenitud nuestras propias existencias adoptando, inclusive, personajes ajenos a nuestra propia naturaleza. 

Pareciera que hemos convertido deliberadamente al mundo en un gran teatro titiritero, en el cual como marionetas asumimos voluntariamente los más diversos y variados roles y modas, siempre ignorando las manos que deslizan los hilos de nuestros propios movimientos, siempre abdicando nuestra libertad de auténticamente ser. 

¿SER O TENER?

Al respecto Descalzo dice: “En el mundo hay dos clases de hombres: los que valen por lo que son y los que sólo valen por los cargos que ocupan o por los títulos que ostentan. Los primeros están llenos; tienen el alma rebosante; pueden ocupar o no puestos importantes, pero nada ganan realmente cuando entran en ellos y nada pierden al abandonarlo. Y el día que mueren dejan un hueco en el mundo. Los segundos están tan llenos como una percha, que nada vale si no se le cuelgan encima vestidos o abrigos. Empiezan no sólo a brillar sino incluso a existir cuando les nombran catedráticos, embajadores o ministros, y regresan a la inexistencia el día que pierden tratamiento y títulos. El día que se mueren, lejos de dejar un hueco en el mundo, se limitan a ocuparlo en un cementerio. Y a pesar de ser así las cosas, lo verdaderamente asombroso es que la inmensa mayoría de las personas no luchan por “ser” alguien, sino por tener “algo”; no se apasionan por llenar sus almas sino por ocupar un sillón; no se preguntan qué tienen dentro sino qué van a ponerse por fuera”.

Un hombre que aspira a ser algo separado de sí mismo –miembro del Parlamento, comerciante rico, juez o abogado célebre, o algo igualmente aburrido– siempre logra lo que se propone. Este es su castigo. Quien codicia la máscara termina por vivir oculto tras ella”.
Oscar Wilde, escritor y poeta.

SENTIDO DE TRASCENDENCIA

Este pensamiento cala hondo. Ahora, lo verdaderamente desconsolador es el hecho de que no sólo los adultos tendemos a caer en esta vorágine, sino que hoy esas innecesarias máscaras las confeccionamos en tallas juveniles e inclusive infantiles. En esta época, como nunca antes, la gran mayoría de los jóvenes, gracias al ejemplo de los adultos, están siendo formados en la cultura del egoísmo y el materialismo, en esos ámbitos que se otorga más valor a lo que se tiene y acumula, que a la persona misma.

En infinidad de escuelas, por ejemplo, a los estudiantes se les inculca a obedecer o a estudiar a base de premios y castigos, en lugar de mostrarles el valor de hacer bien las cosas que son correctas por el valor intrínseco que posee ese proceder. Es grave que se soborne y, en muchos casos, se quebrante a los jóvenes espíritus con estas conductas. 

Aun cuando la mayoría sabemos que empecinarse en acumular prestigio, poder, riqueza e inclusive fama no conduce al ser humano a un auténtico estado de bienestar esto es lo que, con el ejemplo, la sociedad adulta enseña a las jóvenes generaciones. Ahora, bajo ese influjo y permiso, muchos de ellos se vuelcan animosamente en una frenética búsqueda de aquello que proporciona ganancias o placeres inmediatos, socavando su propio futuro.

EL PRECIO

Efectivamente, debido a los modelos y mensajes que, día a día, colectivamente enviamos a la juventud muchos pierden el sentido de su propia existencia, su “norte existencial”, arremetiéndose en la inmediatez, pretendiendo inconscientemente saciar sus vidas de la falsa seguridad que generan sus continuas búsquedas y conquistas de los tantos “algos” y modas, que artificialmente se les fabrica en este mundo de fábula, pero que únicamente –para nuestra desgracia social– al mediano o largo plazo los conducen a un terrible e irremediable vértigo. 

El precio que socialmente pagamos por inducir a la juventud a vivir en un mundo de fábula y ficción es alto, sólo basta ver la cotidianidad de las noticias y acontecimientos.

Los que tienen una vida muy breve y acongojada son los que se olvidan del pasado, descuidan el presente y temen el futuro; cuando llegan a lo último, comprenden tarde los desdichados que estuvieron ocupados mucho tiempo en no hacer nada”.
Séneca, filósofo.

SI EN LUGAR

Si en lugar de formar las mentes de los muchachos en la búsqueda de ideales excelsos, los orillamos a conformase con lo material; si en vez de forjar sus espíritus con la fortaleza que brinda la prudencia y moderación, los manipulamos para que condicionen su libertad a falsas ilusiones; si en lugar de ayudarles a edificar una férrea voluntad basada en el sacrificio, la verdad y el trabajo, les quebrantamos el alma con premios y castigos provocando que así, poco a poco, renuncien a ser; si en lugar de enseñarlos a desarrollar la fe en sí mismos, en los demás y en Dios, optamos por ser modelos de egoísmo, envidia, escepticismo y desesperanza, entonces los estamos degradando. Si en las escuelas no formamos en la libertad, responsabilidad, paz y tolerancia entonces, creo, estamos transformando a la juventud en las marionetas de ese gran teatro creado por el egoísmo y el materialismo.

LO DESEABLE

Si decimos una cosa y hacemos otra. Si les inculcamos a creer y basar sus existencias en imágenes, pretensiones y posesiones; en fin, si no los formamos mediante el testimonio ético y moral para que sepan y quieran entender, pensar, crear y amar, entonces me temo los estamos confundiendo; evitando, de paso, que lleguen a comprender que son personas finitas, pero también seres humanos trascendentales. 

En fin, en lugar de convidar a la juventud a existir en el desenfreno y la fantasía sería conveniente mostrarles el camino para que sepan vivir con entusiasmo y propósito, así estaríamos edificando el México que tanto deseamos. 

MUNDO DE FÁBULA

Oscar Wilde (1854-1900) no se equivocó cuando escribió: “Un hombre que aspira a ser algo separado de sí mismo –miembro del Parlamento, comerciante rico, juez o abogado célebre, o algo igualmente aburrido– siempre logra lo que se propone. Este es su castigo. Quien codicia la máscara termina por vivir oculto tras ella”. 

¡Qué razón tiene Wilde! Entonces ¿por qué esa obsesión de ocultar los auténticos rostros en las ilusorias máscaras de la modernidad? ¿Por qué enseñar a vivir en un mundo de fábula?

¿Qué acaso ignoramos –como diría José Ingenieros– que las personas que aspiran a parecer renuncian, simultáneamente, a ser? Es dramático que muchos, aun cuando hayamos nacido, obviemos vivir digna y plenamente nuestras individuales existencias. Es de llamar la atención que escaseen las personas que han decidido aprovechar el tiempo, viviendo en un mundo real no de ficción, sencillamente siendo ellos mismos, colmando gozosamente sus almas y mostrando, sin ambages, sus auténticos rostros. 

Programa Emprendedor Tec de Monterrey Campus Saltillo
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