Rumor a invierno

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Rumor a invierno

Desde que tú te has ido
Desde que te has marchado

E. S. Galanes

Héctor Cabello, mi querido amigo: sé que debí escribir desde hace varios meses para hablarte del libro que publicó nuestro amigo común, Rodolfo Gutiérrez, el año anterior: “Por una cabeza”, una novela de amor desesperante y desesperanzado. Sé que ver impresa una historia como ésta hubiera sido para ti un motivo de satisfacción, pues habrías comprobado que Rodolfo no es sólo un maestro excelente, un gran conocedor de la lengua y de otros territorios del conocimiento, sino también un escritor, un narrador, o como quiere Vargas Llosa, un “hablador”.

El año pasado Rodolfo Gutiérrez me invitó a presentar su primera novela –publicada el año 2014 en la Colección Acequia Mayor, del Instituto Cultural del Municipio- en la Feria Internacional del Libro que ahora se hace en Arteaga. Cuando el acto terminó tuve que ofrecerle una disculpa porque, al comentar su obra, se me fue la lengua y creo que hablé más de mis propias lesiones que de las que narra él mismo en su historia.

El nuevo libro de Rodolfo es una colección de cuentos, ¿sabes? Se llama “Desde que tú te has ido”, siguiendo el código musical que desde el título anunciaba “Por una cabeza”, nombre de un célebre tango de Carlos Gardel y Alfredo Le Pera. Sólo con las canciones que cita en estos cuentos –lo mismo que en su obra anterior- uno puede darse cuenta de varias cosas: el temperamento y la generación a la que pertenece su autor, el movimiento concéntrico de su trama, la “tonalidad” de los sucesos narrados y, acaso, la sensibilidad de un hombre como Rodolfo que, como sabes, puede ser muy racional pero también bastante emotivo, características que parecen opuestas pero que no lo son.

Quince cuentos conforman este libro que, por cierto, fue publicado en una “edición de autor” de la que se hicieron sólo cien ejemplares. Cien ejemplares, Héctor. “Para algunos amigos y conocidos, nada más”, me dijo Rodolfo, pero es posible que dentro de no mucho tiempo éste se convierta en un libro para coleccionistas. “Oct. 2015. Para Javier, con el afecto de siempre. R.”: ésa fue la dedicatoria que nuestro amigo escribió en la primera página del ejemplar que puso en mis manos hace pocos meses.

He aprovechado las vacaciones de Navidad para, entre otras cosas, leer “Desde que tú te has ido” y no puedo dejar de ver en él residuos de “Por una cabeza”: la mitad del total de estos cuentos bien podrían interpretarse como “variaciones” de un mismo tema, variaciones de una desdichada historia de amor. Pero hay también cuentos de otra índole: la mayoría de ellos “rurales” o de una remembranza en la que “lo rural” es evocado desde una época ulterior. Las voces de Juan Rulfo, de Rafael F. Muñoz, de Francisco Rojas González y de otros narradores de la Revolución han sido asimiladas por nuestro amigo, pero alcanzando un estilo que podría llamar “netamente gutierrino”.

Desde el punto de vista de la forma, Rodolfo aparece otra vez como un escritor de una gran riqueza verbal. Para muchos –incluido yo- será inevitable consultar el diccionario si queremos comprender algunos vocablos, ciertos giros lingüísticos y un buen número de términos en lenguas extranjeras. Pero este rasgo no oscurece su prosa ni la hace abstrusa: la dota de cierta donosura y de un casticismo que ya no son tan usuales en muchos narradores contemporáneos.

En cuanto al manejo de la anécdota –para no sofocarte con términos hermenéuticos y narratológicos, de los cuales te reirías mucho-, Rodolfo se conduce como quien conoce a los grandes de la literatura, desde los clásicos grecolatinos hasta los narradores de los Siglos de Oro españoles y aún a otros mucho más actuales, latinoamericanos y extranjeros. Tú y yo sabemos que él sí ha leído a estos autores, aunque no ande por ahí, como muchos, presumiendo de erudito ni de la Lengua, ni de la Literatura, ni de ninguna otra cosa.

Tengo aquí, junto a mí, a un lado del teclado, el libro de Rodolfo. No sé si abrirlo para empezar a hablarte de cada uno de los cuentos. Si lo hago siento que me perdería en los detalles y no podría ofrecerte una visión de conjunto, que es lo que me gustaría. ¿Qué preferirías que hiciera? ¿Te hablo de los cuentos uno a uno o te doy una apreciación más o menos general del grupo?

Quizá las propias palabras de Rodolfo te den una idea del libro: “Desde que tú te has ido es una colección de cuentos unida por una constante: el amor, o mejor dicho, la falta de él. El amor perdido, el afecto ausente, el cariño faltante, el desapego presente, el dolor lacerante por el bien perdido y otros sentimientos actúan como lanzadera de las acciones que se relatan en las historias. Estas experiencias comunes a todos seguramente reflejarán las de los lectores, que encontrarán en las narraciones la evidencia del proceso con la que el desamor y la depresión van tiñendo las vidas de algunos mortales marginados de la gracia divina.”

No creo que haya sido otro el redactor de estas líneas sino el propio Rodolfo. Sabe perfectamente lo que dice, y al escribirlo aquí, en la cuarta de forros, define mejor que nadie su propio libro. Los cuentos de ambiente rural –“El camino y el sol”, “El zapatero”, “Paulina”, “La vuelta”, “¡Viva Cristo Rey, hijos de la chingada..!”, “Rosalía”, “Pelón”, “Me has abandonado”- y los, por llamarlos así, “urbanos” –“Lena”, “Repeticiones”, “Ahora que no estás conmigo”, “Entrar al paraíso”, “Desde que te has marchado”, “Sofía”, “Para celebrar tu cumple”- se sostienen gracias al anclaje del amor o a su abandono.

El peregrinar de una pareja de migrantes hacia la utopía y su inminente muerte en el intento son actos que parecen marcar, desde el principio del libro, un destino único: la disolución del sortilegio. En el desierto, la villa, el campo, la ciudad y su aparente sofisticación, las pasiones humanas desempeñan el mismo papel dramático: entre los personajes que parecen extraídos de corridos populares o invocados por el recuerdo del escritor y los otros que se mueven sobre el asfalto o dentro de los departamentos de la urbe, fluye la misma “oscura raíz del grito”, como diría García Lorca. Se trata, en este caso, de un aullido casi áureo: el desengaño y su lacerante rémora.

Pero el grito más estremecedor es emitido en segunda persona del singular. Como en “Por una cabeza”, algunos de estos cuentos son narraciones epistolares: “a ti te cuento, amor mío ausente –o “yo mismo”-, esto que sucede…” Es claro en “Para celebrar tu cumple”, cuyo narrador finaliza: “Mi mayor deseo se cifraba en que fueras feliz conmigo, pero no supe o no pude lograrlo. Ahora, mi bonhomía –mi pendejez, diría Fabiana en su clásico francés porteño de Marsella- sólo aspira a que seas feliz sin mí…”

En “Sofía” –un cuento dedicado a ti, Héctor-, el narrador termina su historia así: “…Yo me vine a la cocina a escribirte esto para que sepas de mí y no permanezcamos tan alejados y estemos en la misma frecuencia. Recuerda que es importante que estrechemos la comunicación entre nosotros para […] continuar en lo posible siendo uno e indivisible. Bueno, Ro, me despido de ti porque Sofía me está llamado para dormir, y tú sabes lo que dice el viejo y conocido refrán: “a la mesa y a la cama…”

Como verás, nuestro amigo pasa, sin ningún empacho, por encima de lo que otros calificarían de “cursi”. La puntillista descripción erótica, las frases de amor que se dicen todos los amantes, los versos de canciones populares, los lugares comunes de la conversación, los vocativos de la intimidad amorosa: todo está aquí, en estos cuentos, combinado con otra fraseología que el autor utiliza para hacerse cómplice -o desaparecer a medias- de sus personajes.

Digo “desaparecer a medias” porque hay algo en estos cuentos –y en la novela anterior- que me inquieta muchísimo. Te lo digo en pocas palabras, Héctor: si la obra de un artista es, en cierta medida, una suerte de autorretrato, ¿cuánto del propio Rodolfo hay en estos cuentos tan desoladores, tan desamparados? Ficciones o no, estas historias revelan la sensibilidad triturada de un hombre. Y creo que estarás de acuerdo conmigo en esta tremenda obviedad: encima o al margen de sufrir por un país y un mundo que se desmoronan, hay que enfrentarse también, al mismo tiempo, al dolor que provocan los vendavales de la vida ordinaria, a la pasión amorosa que nos derrumba y nos incendia, y por si fuera poco, a la nebulosa imagen de uno mismo.

Pediré a Rodolfo que te envíe un ejemplar de su libro, si es que no lo ha hecho ya. Es probable que una vez leído caigas en la cuenta de que sigo siendo el mismo mal lector de siempre. Seguimos en comunicación, ya lo sabes. Te abrazo con un cariño post-freudiano. Te lo explicaré luego, ¿de acuerdo? Ah, y a ver si puedes enviar unas líneas a Rodolfo, que te extraña muchísimo. Ciao. (Sí, sí, ya lo sé: los Stones en América Latina, ups).

Nuestro colaborador nos escribe sobre ‘Desde que tú te has ido’ la última publicación del coahuilense Rodolfo Gutiérrez

Desde que tú te has ido es una colección de cuentos unida por una constante: el amor, o mejor dicho, la falta de él”