Saber servir

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Saber servir

Ilustración por Esmirna Barrera
La cultura del descarte se asocia con estilos de vida egoístas, caracterizados por una opulencia insostenible y a menudo indiferente
No hay ninguna persona a quien no estemos obligados a servir, aunque fuese el menor y más indigno”,
Georges Chevrot, predicador

Concuerdo con el Papa Francisco al afirmar: “Vivimos en una cultura del descarte, donde fácilmente hacemos sobrar no solo cosas, sino personas” (…) “Una cultura que rechaza al otro, que destruye los vínculos más íntimos y auténticos, acaba por deshacer y disgregar toda la sociedad y generar violencia y muerte” y es esta cultura, precisamente,  la que también  ha injertado en el corazón de infinidad de personas la desesperanza, el desaliento, la desesperación y la zozobra, pues en muchas de ellas esta cultura ha penetrado en sus almas provocando una especie de “auto descarte”, al sentirse desvalorizadas, al no considerar que toda persona, por el simple hecho de serla, es sencillamente invaluable.

La cultura del descarte se asocia con “estilos de vida egoístas, caracterizados por una opulencia insostenible y a menudo indiferente”,  por ello esta forma de vida también ha puesto en el abandono a la generosidad, avivando el olvido del auténtico sentido de la humildad y del servicio,  provocando que ya no creamos en la grandeza de todos y que no siempre tratemos a nuestros semejantes con dignidad y respeto.

Acto de justicia

“La superioridad real del hombre no estriba en la tarea que le ha sido confiada, sino en el modo de cumplirla. Además, no hay ni uno solo de nuestros semejantes que no posea o una virtud o un talento que nos falte a nosotros o que, por lo menos, no tenemos en el mismo grado.  No te estimes por mejor que otros,  si tuvieres algo bueno, piensa que son mejores los otros. No te daña si te pusieres debajo de todos: mas es muy dañoso si te antepones a uno solo. 

Vivimos en una cultura del descarte, donde fácilmente hacemos sobrar no solo cosas, sino personas”
Papa Francisco

La humildad es, en realidad, un acto de justicia: busca y ensalza el bien allí donde se encuentra. Por ella llegamos a un sentimiento más verdadero de la dignidad humana y el respeto que profesamos a los demás nos introduce de lleno a la caridad.”

Debido al galopante egoísmo, estas palabras de Georges Chevrot ahora suenan extrañas a nuestros oídos que, desde hace tiempo,  ya se han acostumbrado a escuchar precisamente lo opuesto. También son palabras lejanas en las personas que tienen altos puestos, o que tienen gente bajo su mando, o que poseen trabajos de mucha “importancia”, o a los oídos del empleado que ha hecho de su oficio una queja permanente.

Pero Chevrot tiene sobrada razón, y de paso, con  su comentario se resucita la esencia del servicio. Del servicio fraternal y un serio compromiso: “no hay ninguna persona a quien no estemos obligados a servir, aunque fuese el menor y más indigno”, como el mismo autor lo menciona.

Ahora que por doquier se habla del servicio y  que se toman cursos hasta el cansancio sobre el liderazgo en la prestación del servicio, pocos comprenden que este liderazgo tiene su origen en la única autoridad genuina que existe, y me refiero a la autoridad moral, a esa que se sustenta en la humildad y que no pide nada a cambio.

Auténtico liderazgo

A mayor responsabilidad que se tenga en el ejercicio de un oficio, entre más gente se encuentre bajo el mando de una persona, es necesario reconocer que entonces se requiere mayor humildad  y compromiso de servicio con las personas que están en niveles inferiores, con esas que,  por alguna causa o razón, son más débiles o indefensas.

Existe la alegría de ser sano y la de ser justo; pero hay, sobre todo, la hermosa, la inmensa alegría de servir”
Gabriela Mistral, poetisa

Pero la mayoría de las personas que sustentan esta clase de responsabilidades,  que se encuentran en puestos “más altos” o “superiores”,  generalmente hacen lo contrario: al ser soberbios se sirven, no sirven. Por eso jamás llegan a ser líderes auténticos, son jefes de pacotilla, de papel,  su posición se fundamenta en la coacción y en el miedo  que inspiran, no en la confianza. Son transitorios, pus ignoran la razón de su encomienda. 

El liderazgo auténtico es aquel que se ejerce con humildad y humanidad, con respeto y sensibilidad,  es el que reconoce en sus semejantes virtudes, cualidades y la grandeza de ser personas y nunca pretende estar por encima de nadie, por ello el liderazgo genuino  es la antítesis del egoísmo y del mismísimo  poder como hoy equivocadamente se entiende.

La alegría de servir

Sería justo preguntarnos ¿qué es servir? para ello recurro a la siempre grande Gabriela Mistral  que lo explica como nadie: 

“Toda la naturaleza es un anhelo de servicio.  Sirve la nube, sirve el aire, sirve el surco.  Donde haya un árbol que plantar, plántalo tú; donde haya un error que enmendar, enmiéndalo tú; donde haya un esfuerzo que todos esquiven, acéptalo tú. Sé el que apartó la estorbosa piedra del camino; sé el que apartó el odio de entre los corazones y las dificultades del problema.

Existe la alegría de ser sano y la de ser justo; pero hay, sobre todo, la hermosa, la inmensa alegría de servir. ¡Qué triste sería el mundo si todo en él estuviera hecho, si no hubiera un rosal que plantar, una empresa que acometer!

La superioridad real del hombre no estriba en la tarea que le ha sido confiada, sino en el modo de cumplirla”
Georges Chevrot, predicador

Que no te llamen solamente los trabajos fáciles. ¡Es tan bello hacer lo que otros esquivan! Pero no caigas en el error de que sólo se hacen méritos con los grandes trabajos; hay pequeños servicios que son buenos servicios: adornar una mesa, ordenar unos libros, peinar una niña.

Aquél es el que critica, éste es el que destruye, sé tú el que sirve. El servir no es faena de seres inferiores.  Dios, que da el fruto y la luz, sirve.   Pudiera llamársele así: El que sirve. Y tiene sus ojos fijos en nuestras manos y nos pregunta cada día: ¿serviste hoy? ¿al árbol, a tu amigo, a tu madre?”


Sublime sacrificio

Indudablemente el servicio implica sacrificio. No es gratuito. No son intenciones. Son acciones. Se debe vivir.  Es necesario sufrirlo, encarnarlo. Comprender su origen y significado.

El servicio se fundamenta en el amor por lo que  hacemos y la generosidad que hacia los demás profesamos, sobretodo de aquéllas personas que más requieren de nosotros. El ejercicio de ese amor y generosidad depende de la voluntad de las personas. Es un desprendimiento vivencial. Sin duda,  el anhelo de servir, es totalmente opcional, es un acto de libertad. Deliberado. 
Todo acto de servicio debe ser asumido con paciencia y dedicación, con dominio de uno mismo, sabiendo que el tiempo siempre descubre las buenas intenciones... Y también las malas. Un buen servicio contiene un fuerte grado de afabilidad - cordialidad - para prestar interés y atención a la persona que se atiende.

Servir implica respeto, saber y querer dar importancia a la dignidad de la otra persona, contar con un interés genuino para comprender totalmente sus necesidades; esto incluye una alta dosis de indulgencia, de no guardar rencor inclusive cuando la persona a la que se ha atendido o ayudado, desgraciadamente ha perjudicado a la persona  que le brindó ese apoyo.  Finalmente la honestidad y la diligencia también se encuentran en la prestación de un buen servicio, porque implica ausencia de engaño o simulación. El buen servicio encierra cuidado y esmero.

Para ser el primero

Profesores, políticos, servidores públicos, médicos, electricistas, enfermeras, meseros, cocineros, empresarios, vendedores; en fin, todas las personas que tenemos el privilegio de ejercer un trabajo, un oficio,  una tarea que brindar  a nuestros semejantes,  tenemos una encomienda que nos iguala, que  en el fondo es la misma, y esta es servir: ¡Saber servir! ¡Querer servir!

El liderazgo auténtico, ese que se ejerce con humildad y humanidad, encierra una enorme paradoja: quien quiera ser el primero que sea el último. Hace 2 mil años una persona, con su propia vida, demostró a todos los seres humanos algo fundamental: “el que quiera ser el primero debe antes ser  un servidor. Si alguien quiere mandar tiene que saber servir”. Esa fue una de sus encomiendas, tarea  profusamente ignorada en estos tiempos; tal vez porque no entendemos que “el servir no es faena de seres inferiores”.  O quizás,  al vivir en la cultura del descarte no hemos podido descubrir la verdadera superioridad de todo ser humano. 

cgutierrez@itesm.mx
Tec de Monterrey Campus Saltillo
Programa Emprendedor