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Salgado Macedonio: el retrato de nuestra política
El Instituto Electoral de Guerrero aprobó anoche la candidatura de Félix Salgado Macedonio a gobernador de ese estado y aunque su partido, Morena, anunció el martes pasado que “repondría” la encuesta para definir a su abanderado –lo cual teóricamente despojó de tal posición al senador con licencia– su candidatura es hoy un hecho consumado.
Así pues, la única forma de que el polémico guerrerense deje de ser candidato –y, casi con toda seguridad, se convierta en mandatario estatal– es que él mismo renuncie a la candidatura, algo que parece sumamente improbable.
Con independencia de lo que la candidatura de Félix Salgado Macedonio dice del partido que le postula, así como del respaldo público que el presidente López Obrador le ha dado, el hecho parece retratar uno de los peores rasgos de nuestra sociedad: la nula importancia que le damos, a la hora de definir nuestro voto, a la conducta ética de nuestros políticos.
Por ello, además de emitir juicios respecto del hoy candidato oficial de Morena al Gobierno de Guerrero, y de quienes le respaldan públicamente sin empacho, habríamos de realizar un ejercicio de autocrítica para evaluar qué tanto somos los ciudadanos somos responsables de avalar la existencia y persistencia de personajes al estilo de Salgado Macedonio.
El dato clave para realizar este ejercicio acaso sean los resultados de los estudios demoscópicos sobre intención de voto: absolutamente todas las encuestas colocan al abanderado de Morena al frente –y por mucho– en la preferencia de los electores.
Los señalamientos en el sentido de que sería un predador sexual, las acusaciones formales presentadas en su contra, la manifestación airada de quienes integran diversos movimientos feministas e incluso la amenaza de rebelión de un prominente grupo de mujeres militantes de Morena no han provocado ni siquiera una ligera abolladura en la popularidad de Salgado.
¿Por qué, a pesar de todo, los guerrerenses –y las guerrerenses– prefieren a Salgado Macedonio como su próximo mandatario estatal? ¿Por qué quienes tienen en sus manos la posibilidad de “castigar” al senador con licencia, consideran irrelevantes las gravísimas acusaciones enderezadas en su contra?
Desde la perspectiva ética resulta imposible justificar el comportamiento del electorado guerrerense, así como tampoco la de quienes, dentro de su partido, no tienen problema alguno en pararse a su lado y otorgarle su respaldo.
Justo es decirlo, Salgado no es el único candidato “impresentable” que hemos visto desfilar por las pasarelas electorales en nuestro país gozando del respaldo popular, ni Morena el único partido que abraza a individuos de su calaña. Baste recordar el caso del célebre Hilario Ramírez Villanueva, “Layín”, quien llegó a la alcaldía del municipio de San Blas, en Nayarit, cobijado por el PAN y se hiciera famoso por confesar que “robó poquito”.
Lo que hoy vemos constituye solamente una perla en el rosario de ejemplos que constituye la historia de nuestra política nacional y que debería entonces llevarnos a reflexionar si podemos realmente decirnos sorprendidos de nuestra situación, cuando estamos dispuestos a tolerar la colonización de las instituciones públicas por este tipo de individuos.