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Sangre
Hay un mapa con tonos que proceden del hierro. Al escurrir entre las piernas se forma este mapa. Sus trazos provienen de hilos de sangre. Sangre que nace en un cántaro de tejidos. Este mapa es el que se rodea de mayor silencio.
La sangre, extraída de cualquier parte del cuerpo, silenciada o no, es un elemento que causa repulsión en muchas personas; un poco por el temor ancestral que representa ver sus trazos o gotas: nuestra vulnerabilidad como organismos, o nuestra propia muerte. Otro poco, por los rituales realizados con su esencia, poco comprendidos y leídos en sus contextos particulares.
Según la tradición religiosa, la sangre ha sido, junto a otros elementos, como el vino puro o rebajado y el aguamiel, alimento de dioses y de difuntos, según Joaquín Francisco Torrego.
Pero volvamos a la sangre y sus símbolos: el más conocido es es que hace referencia judeocristiana a la sangre del cordero de dios, representada por el vino. O bien, la granada, como un fruto del Infierno. De acuerdo a la tradición del mito poético, este fruto fue comido por Core, hija de Zeus y Deméter. según Torreo. Fue luego de ingerir siete perlas de granada que Core, quedó ligada al inframundo y se convirtió en Perséfono, o aquella que trae la destrucción. Y es que la granada, de corteza color amarillenta rojiza, es similar a la piel humana y en su interior, existe “una pulpa cuajada de multitud de granos rojos entre tejidos membranosos que recuerda una herida profunda”.
En la sangre que se derrama hay un símbolo de sacrificio. Es también símbolo de pasión y de fuerza, por ello fue un color usado en los trajes de caballería. También, la sangre tiene un color que encarna valor y abundancia, es por esto que entre los símbolos de la realeza, figuraba el color púrpura. Ademas, la sangre como ofrenda en grupos humanos ancestrales estuvo y ha estado presente, marcando cuerpos y vestimentas.
Hoy en un contexto civilizatorio urbano, tiene cada vez menor valor simbólico, por no decir que se ha pulverizado. Sin embargo, en el ámbito de las artes sigue presente, y en general, se le ha desprovisto del carácter simbólico religioso y se ha intgrado más bien a los elementos de protesta o de expresión laica.
Por pulsión de supervivencia, muchos reducen su contemplación de la sangre, al menor tiempo posible. O mejor, eligen no verla. Pero también hay en esto una desconexión con el propio cuerpo, al que solo escapan médicos y enfermeras o curanderos, es decir, todos aquellos que por asuntos de salud, se relacionan habitualmente con la sangre.
Siempre será más seguro -en el asunto de las fobias- escribir sobre la sangre o contemplar sus representaciones, hechas sin sangre. Como elemento, la sangre es, además de noticia en el aparto de guerras y crímenes, un asunto que se trata con pinzas morales y sanitarias. ¿Qué significaría mirarla en toda su materialidad, aroma y complejidad?