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Se llamaba Paz y anduvo en guerra
Paz Faz Risa se llamaba aquel señor.De veras se llamaba Paz Faz Risa.
Nació en Piedras Negras, de familia que era una contradicción viviente: el nombre de su padre era Severo y su mamá se apellidaba Risa. Gobernó a Coahuila por algunos meses, de febrero a abril de 1948.
Fue sucesivamente carrancista, obregonista y delahuertista. En aquellos años había muchos ismos, y los revolucionarios brincaban de uno a otro bando según iban soplando los vientos de la Revolución. Dijo el general Irineo Rauda:
-Todos éramos los mesmos, nomás que andábanos devididos.
Se volvieron a unir los revolucionarios cuando se fundó el Partido Nacional Revolucionario, abuelo de lo que ahora es -¿o fue?- el PRI. Paz Faz Risa fue uno de los fundadores de aquel PNR. Por ese partido llegó a ser diputado federal en la época en que los diputados entraban con pistola a la Cámara, y a veces la usaban dentro de ella.
Cuando fue gobernador de Coahuila el general Faz Risa tenía 56 años. Ahora eso es estar en flor de edad, pero entonces -los cuarentas del pasado siglo- tener 56 años era andar ya en la ancianidad. Quizá por eso un anónimo versificador le levantó al Gobernador una jácara o epigrama picante que decía así:
Ni con la yerba damiana
ni con la hueva de lisa
puede echar una mangana
el general Paz Faz Risa.
A la hueva de lisa y a la yerba damiana se atribuyen propiedades afrodisíacas. El otro día fui a Mexicali y uno de mis anfitriones -no sé cómo me vería- tuvo a bien obsequiarme una botella grande de licor de damiana. Adopta esa botella la forma de una mujer estilo Rubens, de prominente nalgatorio y grandes atributos pectorales. No he apurado aún su contenido. Mis amigos me dicen que en mi caso, y tratándose de ese licor incitativo, se necesita una barrica, o por lo menos la botella magna o plus.
En tiempos de la lucha cristera el General Paz Faz Risa era jefe de la guarnición militar en Tapachula, Chiapas. Gobernaba esa entidad el general Alejo González. Con motivo del conflicto entre la Iglesia y el Estado muchos obispos salieron del país. Una mañana Paz Faz Risa recibió un telegrama urgente firmado por su superior, el general González. Ese mensaje decía así:
“Obispo Esponda propónese pasar a Guatemala por Tapachula (punto). Infórmanme lleva consigo 10 mil pesos en monedas de oro y alhajas diversas (punto). Sírvase usted respetarle la vida (punto). Nada más la vida (punto)”.
No cabe duda: a veces se dicen cosas sin decirlas. El telegrama, a más de urgente, era muy claro. No debe haber dejado dudas al general Faz de cómo debía actuar.
No quiero arriesgar suposiciones: en el terreno de la Historia la especulación es terreno pantanoso donde la verdad se puede hundir. En todo caso queda esta anécdota como ilustración de aquellos difíciles tiempos, casi tan difíciles como éstos que vivimos hoy.