Se va Trump y llega Biden, ¿qué implica para todos?

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Se va Trump y llega Biden, ¿qué implica para todos?

Al medio día de hoy, Donald Trump dejará de ser Presidente de los Estados Unidos y regresará a ser un ciudadano común. Al mismo tiempo su sucesor, Joe Biden, asumirá el cargo que implica la mayor concentración de poder real en el planeta.

El momento será atípico en múltiples sentidos. Los dos más notorios serán las ausencias: por un lado las multitudes que suelen congregarse en el National Mall para acompañar a cada nuevo Presidente a su ceremonia inaugural; por el otro, el presidente saliente que ha decidido no asistir al acto de investidura de quien le derrotó en las urnas.

Con esa estampa concluirá hoy uno de los períodos de gobierno más turbulentos en la historia de la democracia más longeva del planeta y muchos desearán que también concluya la vida política de quien, en la recta final de su mandato, decidió emprender una campaña para dinamitar el sistema electoral de su propio país.

Habrá que ser cautos, sin embargo, y no apresurarnos a concluir que Donald Trump está políticamente liquidado o que va a optar por el retiro discreto que, en la tradición política norteamericana, corresponde a todo individuo que ostenta la Presidencia.

Trump ha dejado claro que no pretende abandonar a la base política que construyó de forma meteórica en los últimos cinco años y, como queda claro al revisar los resultados electorales del pasado mes de noviembre, el neoyorkino ha demostrado ser una bestia política formidable.

No conviene por ello hacerse demasiadas esperanzas en el sentido de que desaparecerá del mapa político, a menos que el gobierno de Biden decida ir judicialmente tras él a propósito de los múltiples hechos ilegales que se le adjudican.

Diversos reportes de prensa han dado cuenta de la aparente determinación de Joe Biden de no “manchar” sus primeros 100 días al frente del gobierno manteniendo a su antecesor en el centro de la agenda pública. Por desgracia para él, no tiene muchas opciones deseables al frente, pues Trump constituye un pendiente relevante.

Hacer a un lado de forma definitiva a su predecesor, o permitirle que siga haciendo política -lo cual implica la posibilidad de que regrese a la Presidencia en 2025- será una de las decisiones más relevantes que Biden deberá tomar en las próximas semanas, aunque deteste dicha posibilidad.

Trump no es un político “profesional” en el sentido clásico del término y por ello su paso por la Casa Blanca ha sido a tal grado disruptivo. La clase política estadounidense debe decidir si le permitirá seguir avanzando en el proceso de colonización del espacio público o si asumirá el costo de expulsarle del juego de la misma forma en que él despedía a sus empleados en el reality show que condujo largamente en la televisión estadounidense.

El atípico Presidente se ha ido, pero el atípico personaje de la política sigue ahí, sin mostrar interés en renunciar a las mieles del poder. Y eso implica, casi con toda seguridad, que seguiremos hablando de él por un tiempo largo.