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Semana Santa y gastronomía
Caray estimado lector, ¡qué poco dura la vida eterna! Apenas días, apenas ayer celebrábamos en el calendario las Navidades con toda su pompa y boato, su cena de gala y su ponche humeante y hoy, en poco tiempo de por medio, entramos de lleno a la Semana Santa, la Semana Mayor. Días largos y dolorosos, días de reflexión y ayuno. Días de oración y enderezar nuestras preces al Altísimo por su complicado y violento viacrucis y al final, su muerte y para los que creen, su resurrección.
En fecha pasada publiqué aquí con motivo precisamente del inicio de la cuaresma, un elogio encendido de las flores y su aporte fundamental a la gastronomía de México y claro, su eje vertebral en estos días lerdos. Las flores forman parte de nuestra cocina ceremonial. Con la llegada de los ibéricos, los cuales trajeron la cruz y la espada, las flores y su linaje prehispánico se mezclaron e imbricaron en la cocina religiosa y católica de los españoles. Somos entonces el resultado de este mestizaje.
Por estos días nos entregamos lo mismo al ayuno votivo, que a la comida ritual. Tortitas de papa, tortitas de camarón, pescado salado seco; no puede faltar un alimento bíblico, un potaje de Dios mismo, mi favorito, lentejas. Ensaladas, caldos de pescado; marinado con todo aquello que hace días aquí deletreamos: nopales, flor de calabaza, cabuches, chicales, flores de palma, arroz, orejones lampreados… la variedad no obstante que habitamos el desierto, es inigualable. Al final y como el mejor postre, no puede faltar la capirotada. Pero, este tipo de cocina votiva significa mucho para nosotros, pero también en las fiestas de nuestros hermanos judíos o bien, en el famoso Ramadán de nuestros hermanos musulmanes.
Toda comida con los musulmanes, por ejemplo, tiene un protocolo especial. Ellos se entregan con fervor al ayuno. Y cuando llega el romper con este al cumplir con la tradición y volver a ingerir alimentos, hay varias comidas y bebidas destacadas: zumo de naranja, leche, dátiles, dulces, y lo clásico que usted conoce: la harira, chorba, huevos duros con comino y sal y platos tradicionales elaborados a base carne de cordero, pescado con verduras. Una especie de las mil y una delicias de los hermanos árabes.
Para ellos, el ayuno forma parte fundamental de su credo y tradición. No sólo es dejar de comer, fumar y beber e incluso, la abstinencia de tener sexo. Es todo un viaje interior, una introspección que nos acerca –los acerca– a Alá, a su cultura milenaria y a la luna. Uno de sus poetas, Sidi Rafael El Fasi, escribe: “¿En dónde está la luna/ que no la veo?/ ¿Vendrá en su potro blanco,/ con arnés nuevo?/ ¿O vendrá paso a paso, de Alejandría?” La comida, insistimos, es un sincretismo entre el ritual y alimentos americanos (aztecas, peruanos, quechuas…) con los traídos en las fragatas y Naos por los españoles. Aparecen las tortas de camarón con nopales, sopa de habas, sopa de lentejas, chiles rellenos no con carne, sino con flores de calabaza o flores de palma. Todo ello aderezado con los mitos y anécdotas que hoy, se han pulverizado. ¿Le cuento uno muy arraigado en este mi pueblo, al cual amo y detesto por igual, Saltillo? En Viernes Santo, el día más largo y doloroso del año, uno no se podía bañar. Menos meterse a la mar… so pena de convertirse en un escualo, en pescado.
Ese hombre con voz de trueno, don Antonio Usabiaga –que buena falta le hace a este pueblo–, durante sus homilías incendiarias y sus clases de Teología en el ISER, pregonaba una verdad incuestionable: la Semana Mayor no es un menú, no es una dieta. Lo importante es la meditación, la oración… y el ayuno. Le propongo que haga su abstinencia cotidiana como ofrenda votiva. Ya luego y por la tarde, entréguese a los placeres de la comida de cuaresma. Uno de los poetas más altos, T.S. Eliot, en su “Cántico de Simeón” dejó para la eternidad: “Concédenos tu paz./ He caminado mucho entre estos muros,/ He observado el ayuno y la fe, he velado por los pobres,/ He dado y recibido honores,/ bienestar.../ Nadie fue nunca echado de mi puerta./ ¿Quién va a acordarse de mi casa?...”
¿Quién recordará nuestro ayuno y preces? ¿Quién? Disfrute ambas cosas lector, el ayuno y luego, su comida ceremonial. Así sea.