Siguiendo el ejemplo de Mandela, el breve espacio

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Siguiendo el ejemplo de Mandela, el breve espacio

ESMIRNA BARRERA
Mucho se le puede aprender al líder sudafricano en la actualidad: cómo unir en lugar de dividir

Van a cumplirse 30 años de que Nelson Mandela fue liberado de prisión después de haber permanecido en ella 27 años, este suceso lo traigo a colación porque mucho le pueden aprender los gobernantes actuales de diversas naciones a Nelson Mandela, pues este líder en lugar de dividir o intimidar unió; en lugar de confrontar a sus opositores buscó puntos comunes de acuerdo, siempre respetuosos; en lugar de creerse dueño de la verdad, se distinguió por su humildad y apertura a ideas contrarias; en lugar de buscar culpables en el pasado, confeccionó un mejor futuro para su nación, basado en la fraternidad y la solidaridad. En lugar de fragmentar, supo congregar. Mandela jamás descalificó, o clasificó en buenos y malos, ricos o pobres, a su propia gente.

Mandela fue el líder que llevó a Sudáfrica a la reconciliación, la fraternidad y la paz, precisamente, cuando su país se encontraba inmerso en la sangre y el odio racial del inhumano apartheid, en donde una minoría de blancos exploraba y mataba a una mayoría negra. Mandela evidenció, a propios y extraños, que la convivencia y tolerancia entre las razas no solo era necesaria, sino más que eso: conveniente.

Mandela es hoy un hombre universal que demostró que la honestidad, el diálogo y el entendimiento, entre las partes más enconadas, si son posibles.

INVICTUS

El poema favorito de Mandela era “Invictus” de William E. Henley que leía durante soledad de su larga reclusión en una pequeñísima celda que a cualquiera hubiera invitado al suicidio, la cual, posiblemente, concluyó por esculpir su altura como ser humano, como hombre conciliador:

“Más allá de la noche que me cubre negra como el abismo insondable, doy gracias a los dioses que pudieran existir por mi alma invicta. En las azarosas garras de las circunstancias nunca me he lamentado ni he pestañeado. Sometido a los golpes del destino mi cabeza está ensangrentada, pero erguida. Más allá de este lugar de cólera y lágrimas. Donde yace el horror de la sombra, la amenaza de los años me encuentra, y me encontrará, sin miedo. No importa cuán estrecho sea el portal, cuán cargada de castigos la sentencia, soy el amo de mi destino: soy el capitán de mi alma”.

TESTIMONIO

Tal vez, inspirado en este poema, Mandela tuvo la fuerza espiritual para superar la sed de venganza, para emprender la tarea de enseñar a devolver las ensangrentadas mejillas a su propia gente, a sus adversarios y también que hicieran lo propio las autoridades y la minoría blanca de su país. 

Hoy, bajo el testimonio de Mandela, comparto algunas reflexiones sobre el sutil, pero valiente acto de “poner la otra mejilla”.

 

VER LA LUZ

“Poner la otra mejilla”, en primera instancia, implica sencillez, humildad y el valor para comprender la naturaleza humana, pero esta exhortación –y acción- también guarda un acto extraordinario: implica un tenue movimiento físico: voltear el rostro. Acción que genera una breve pausa de la cual se escurre la oportunidad única de dar un salto cualitativo a la comprensión de la otra persona o de la realidad que se ha presentado, representa la posibilidad de accionar actitudes emergentes que pueden coadyuvar a formar un carácter fuerte, basado en la inteligencia emocional, la fortaleza y, porque no decirlo, la fe.

MÁS ALLÁ

El movimiento del rostro puede también representar un acto de renuncia: abandonar la imagen tradicional del ofensor para descubrir una nueva realidad. Mirar hacia el otro lado permite, si bien por un instante, analizar la situación que se vive desde un ángulo distinto, desde una nueva posición, que permite respirar, pensar, reflexionar sobre la situación y las consecuencias de las posibles respuestas.

Cuidado. No digo que apruebo la agresión, o la provocación, tampoco propongo que dejemos de ser enérgicos en cuanto a distinguir lo bueno de lo malo, menos intento decir que andemos por la vida diciendo “ándale pégame, golpéame, písame” y así nos hagamos “mártires” (relaciones perder-ganar), tampoco sugiero que confundamos la prudencia con la cobardía, ni que reconozcamos algún tipo de culpa, o que seamos víctimas voluntarias.

Solamente comento que si bien es cierto que, generalmente, es imposible controlar los estímulos recibidos, también lo es la realidad de que siempre  tenemos la plena autoridad y responsabilidad sobre la respuesta que le damos a esos “pinchazos” de la vida; es decir, invariablemente, habrá un espacio que colmar entre el estímulo y la respuesta. Y ese fugaz vacío es la “libertad de elegir”.

Así, “poner la otra mejilla” brinda una refrescada dimensión sobre el significado de la agresión y del agresor, sobre las decepciones de la vida, pero sobretodo ofrece un nuevo sentido sobre nuestras propias respuestas. Representa la oportunidad para sumergirnos en la atmósfera de nuestra alma y desde ese ámbito decidir nuestro propio destino.

UN SALTO

Goethe dijo “trata a un hombre como es y seguirá siendo así. Trata a un hombre como puede y debería ser y se convertiría en lo que puede y debería ser”. Así, al “poner la otra mejilla”, aparte de mirar -vislumbrar- hacia otra dimensión, se evita desperdiciar energía defendiéndose; así se reconoce que todos “somos personas a causa de las demás personas” situación que enseña, a quien anda irritado, molesto o confundido, que también es persona a causa de quien lastima. 

“Poner la otra mejilla” representa un salto cualitativo en la vida, porque envuelve la necesidad de desarrollar un espíritu de abundancia, de saber que finalmente nadie nos daña, que no hay ofensa que pueda envenenarnos; sino, más bien, que todo se encuentra en función de la manera en que cada persona decida actuar en relación a los acontecimientos que suceden, de esas situaciones que sencillamente pasan en la vida por el hecho de ser personas. Humanos.

¿DE QUÉ SOMOS DUEÑOS?

“La otra mejilla” simboliza una opción para dejar de ser víctimas porque en esta acción se abren los canales que posteriormente conducirán al perdón y la reconciliación –como fue el caso de Mandela- lo cual, aparte de ser la prueba máxima de madurez, es indispensable para  vivir en paz, pues como reza un viejo proverbio “no es la mordida de la serpiente lo que hace daño, es perseguir a la serpiente lo que lleva el veneno al corazón”.

En este aprendizaje apreciamos que nuestra responsabilidad se cruza en tiempo presente con los esfuerzos personales que emprendemos y no con los frutos o los resultados de nuestras acciones; es decir: comprender que somos dueños del esfuerzo y no del resultado.

SOLUCIÓN CREATIVA

“Poner la otra mejilla” simboliza una solución alterna para atender los conflictos que surgen de las relaciones interpersonales que emprendemos, demuestra que siempre es necesario tener un espíritu más grande que aquel que arremete, también regala una anchura diferente, una inédita posibilidad  para transformar la realidad que se nos presenta, brinda un momento de dominio, grandeza y renuncia. Ayuda a comprender que la violencia es y será inaceptable.

COMPRENDER

Comprender el significado que conlleva el hecho de “poner la otra mejilla”, es sabernos frágiles y humanos. Simboliza comprender que realmente muy poco de lo externo está dentro de nuestro propio control y que muchas veces las cosas no resultarán como las planeamos, que las frustraciones y decepciones son parte inevitables de la existencia, pero también implica que las personas siempre contaremos con la posibilidad de un breve espacio para darnos cuenta que siempre podremos reenfocar nuestras actitudes ante la realidad.

Ese breve momento que nos deja “poner la otra mejilla”, expresa una manera de aprender a responder al sufrimiento con comprensión, no con amargura y decepción, a conjurar los desencuentros con la fe en nosotros mismos, el porvenir y Dios. En fin, significa un espacio de vida, esperanza, humanidad, solidaridad, tolerancia, justicia y bien común, tal como lo hizo el mismísimo Nelson Mandela como capitán de su alma y también de un país entero. (Sugiero el libro: Factor Humano de John Carlin) 

ASÍ PENSABA MADIBA

❙ Mandela fue el líder que llevó a Sudáfrica a la reconciliación, la fraternidad y la paz, precisamente, cuando su país se encontraba inmerso en la sangre y el odio racial del inhumano apartheid.

❙ El líder sudafricano es un hombre universal que demostró que la honestidad, el diálogo y el entendimiento, entre las partes más enconadas, si son posibles.

❙ Mandela tuvo la fuerza espiritual para superar la sed de venganza, para emprender la tarea de enseñar a devolver las ensangrentadas mejillas a su propia gente.

❙ ‘Poner la otra mejilla’ representa un salto cualitativo en la vida, porque envuelve la necesidad de desarrollar un espíritu de abundancia, de saber que finalmente nadie nos daña.

cgutierrez@tec.mx

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Tec de Monterrey Campus Saltillo