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Sin excusas
Para mi hija Mony. ¡Felicidades!
El pasado 3 de diciembre se celebró en el mundo el “Día Internacional de las Personas con Discapacidad”, el cual fue instituido por la ONU para recordarnos el compromiso social y moral que todos tenemos con más de mil millones de personas que padecen alguna discapacidad (15% de población mundial, cifra que en los años setenta representaba el 10%).
La incursión importa
En esta ocasión el compromiso versó sobre el tema: “La inclusión importa: acceso y empoderamiento para personas con todo tipo de capacidad” el cual incluyó tres subtemas: Hacer las ciudades inclusivas y accesibles para todos, mejorar los datos y estadísticas sobre discapacidad e incluir a personas con discapacidad invisible en la sociedad y el desarrollo.
Según la ONU las personas con discapacidad “enfrentan muchas barreras para que se las incluya en aspectos sociales clave. A consecuencia de ello, no disfrutan del acceso a la sociedad de igual forma que otros, incluido en áreas como el transporte, el empleo, la educación y la vida política y social. El derecho a participar en la actividad pública es esencial para crear democracias estables, para una ciudadanía activa y para reducir las desigualdades sociales”.
En este sentido, “el empoderamiento implica invertir en las personas con discapacidad” – en empleos, salud, nutrición, educación y protección social. Cuando ocurre eso, están mejor preparadas para aprovechar oportunidades, se convierten en agentes de cambio y pueden asumir con más preparación sus responsabilidades cívicas”.
Sociedad injusta
Indudablemente, hay mucho por hacer con este sector de la sociedad, especialmente en México, en donde, de acuerdo con cifras del INEGI, existen casi 6 millones de personas con algún tipo de discapacidad, las cuales son constantemente discriminadas y carecen, en muchos aspectos, de leyes que verdaderamente las protejan inclusive en el ámbito de la movilidad urbana.
Estas personas, aparte de su discapacidad, son también rehenes de la desigualdad, el aislamiento social, la pobreza, la ausencia de oportunidades educativas, culturales y laborales, lo que genera en ellas y sus familias un círculo vicioso perverso e inhumano.
Lo grave…
Lo embarazoso del asunto, lo realmente inadmisible, es que todos los obstáculos que padecen las personas discapacitadas, sus familias y su medio ambiente inmediato, son totalmente evitables y administrables si realmente el Gobierno, los sectores productivo, las escuelas, universidades y los diferentes agentes de la sociedad, participáramos responsable y éticamente en el compromiso de construir un País justo, inclusivo y equitativo, libre de discursos gubernamentales fatuos, retóricos, vacíos e irresponsables.
Fuera de serie
En este mismo espacio he escrito sobre personas “discapacitadas” de infinidad de nacionalidades y edades que han sorprendido a propios y extraños con su perseverancia, talento y contribuciones a nuestro mundo. Hoy comparto la historia de Kyle Maynard, una persona que ha luchado en contra de todas las adversidades y ha salido victorioso. Su voluntad y ánimo de acero lo hacen ser una persona, sencillamente, fuera de serie (https://www.youtube.com/watch?v=b2umOPnKFTE).
Kyle nació en Estados Unidos, en la ciudad de Suwanee, Georgia, el 24 de marzo de 1986, con un trastorno genético poco común, del cual se desconocen las causas, llamado amputación congénita que afecta las extremidades superiores e inferiores.
Efectivamente, Kyle no tiene totalmente formados sus brazos y piernas, pero sí es dueño de un corazón enorme que le ha permitido obtener objetivos que para cualquier persona “normal” parecerían imposibles (https://www.youtube.com/watch?v=V6ydPPR009o).
Un artículo escrito sobre su vida consigna: “Cuando los padres de Kyle descubrieron que su hijo podría tener discapacidades físicas, les sugirió la posibilidad del aborto, pero esta posibilidad de ninguna manera sería una opción, así que decidieron traerlo a la vida.
El primer año de vida de Kyle avanzaba en la misma forma que un niño normal, incluso teniendo en cuenta sus diferencias físicas. Sin embargo, después de la edad de un año, comenzó a cambiar drásticamente; sin embargo, su familia se aseguró de tratarlo como a cualquier otro niño, con el tiempo Kyle soñaba con ser un atleta profesional: “Me imaginaba ser el salvador de la final del campeonato por la captura de un último segundo pase de touchdown o anotando una canasta de la victoria, quería ser el mariscal de campo del equipo de fútbol que salió con la porrista más linda. Ya sabes, como cualquier otro niño”.
Fe monolítica
En 2004, Kyle ganó el premio ESPY al “Mejor Atleta con Discapacidad”, también obtuvo el Premio “Coraje” de la Sala Humanitaria Mundial de Deportes de la Fama. En 2005, rompió el récord mundial de levantamiento de pesas. Actualmente se encuentra entrenando en las artes marciales mixtas.
Kyle comenta: “Soy un atleta impulsado por la competencia. Sin el deporte de la lucha, yo no estaría donde estoy hoy. Hay tantos problemas y dificultades que nunca voy a tener que soportar gracias al carácter que he desarrollado a través de la lucha libre”.
Cuando se le preguntó cómo era capaz de superar una discapacidad tan severa que le obligaba a correr con sus codos y rodillas Kyle respondió: “Creo que Dios me hizo como soy con el fin de mostrar a la gente que no hay adversidad que una sola persona no puede superar si confía en sí misma y en la voluntad de Jesucristo. Con el tiempo, me di cuenta que tenía que confiar y creer en mí mismo y, aún más importante, me enteré de que tenía que confiar plenamente en el Señor, sin importar las circunstancias”.
Trabajador incansable
Kyle Maynard estudió en la Universidad de Georgia, se graduó en 2008 en periodismo (“Broadcast News”) y continúa como deportista destacado, además es conferencista para “Washington Speaker’s Bureau”, inspirando a millones de jóvenes a seguir sus sueños, a luchar en contra de toda adversidad, de toda discriminación.
Escritor exitoso
Kyle en el 2005, escribió su autobiografía “No Excuses: The True Story of a Congenital Amputte Who Became a Champion in Wrestling and Life” (en español: “Sin Excusas: La Historia Verdadera de un Amputado Congénito que se Convirtió en un Campeón de Lucha y de la Vida”).
Como dice en su blog David Amado: “No hace falta haber terminado este libro para desear encontrarse con algún defensor del aborto, uno de esos eugenesistas posmodernos que se desayunan con unos cuantos embriones humanos en las papeleras y decirle: ¡Chúpate esa! Y tiene también razón al afirmar que al leer su historia “uno se emociona, y se avergüenza un poco de sí mismo, cuando ve donde ha llegado Kyle. Sin manos ni pies escribe, tanto con bolígrafo como a ordenador, conduce su cherokee y hace mil otras cosas que, de antemano, parecerían imposibles”.
La peor discapacidad
La historia de Maynard habla de un atleta que lucha contra todo pronóstico para ser una persona ganadora y plenamente feliz que dedica su tiempo a inspirar a otras personas.
Su biografía es un vivo testimonio, como muchos otros que existen, que demuestra a todo el mundo que la peor de las injusticias y de las discapacidades sociales es, precisamente, la incapacidad, la torpeza intelectual y la ausencia de humanidad de las personas “normales” para reconocer la capacidad, el potencial y talento de los seres humanos que clasificamos como “discapacitados”.
Muy certero encuentro el comentario de Frederick W. Robertson: “El hombre no es consciente de su fortaleza hasta que una importante afección o aflicción humaniza su alma”, que pena que las personas “normales” vivamos insensibles y que no sea hasta que algunas realidades vestidas de incapacidad, inesperadamente arriben a nuestra existencia para que nos humanicemos totalmente.
cgutierrez@itesm.mx
Tec de Monterrey Campus Saltillo
Programa Emprendedor