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Sin temor de Dios… (3)
Tiempos graves y de tormenta nos afligen. Hemos perdido nuestros asideros, nuestro faro en tierra firme para llevar nuestra barca a buen puerto. La pandemia del bacilo chino nos vino a infectar a todos con muchos y variados flagelos: la ignorancia, el aislamiento, la soledad retorcida, el insomnio, estar atados full time a Internet, trabajar desde casa; la casa convertida en restaurante, casa de citas, oficina, prostíbulo, gimnasio, alberca, merendero… Quédate, estudia y vegeta en casa. Sálvate tú, que se jodan tus padres, tus familiares y los vecinos…
Hay gente extraña, rara. Tan rara y extraña que han visto en esta pandemia una “oportunidad” de ser mejores. Caray, cada quien sus traumas. Lo dijo una escritora, Margo Glantz, la pandemia nos hace mejores un mes, luego regresaremos a ser los mismos. O peores. Gracias por atender estas letras, estimado lector. Esta es la tercera entrega de esta saga de columnas encabezadas con el mismo título: “Sin temor de Dios…”. Textos los cuales han explorado nuestro lado oscuro y siniestro. Lado oscuro el cual ha aflorado demoniacamente merced al aislamiento ya de meses, agravado lo anterior con los problemas de la vida cotidiana: la economía, las finanzas personales, los servicios de la casa, la educación de los hijos y, lo principal, las muertes y contagios por el bacilo chino.
Para aquellos que no creían en ello, de un tiempo a la fecha vengo coleccionado las tiras de los obituarios de una funeraria local que se anuncia en los diarios. Es Funerales Martínez. Ojo, sólo ellos por lo pronto y a vuelapluma para probar mi tesis. Aleatoriamente y sin orden ni concierto, tomemos el diario del día 20 de agosto. Sólo ese día se anuncia la muerte de 16 seres humanos. Todos con nombre y apellido. Las edades fluctúan de 51 a 93 años. La mayor parte de los fallecidos fueron cremados. Sí, el maldito bacilo chino se los llevó. Eso fue ese día, pero días antes las muertes oscilaban entre 13 a 20 diarias. Cuídese, señor lector, la vida no retoña.
Tiempos mejores los de ayer. De eso ya no hay ninguna duda. No es nostalgia de mi parte. Es la realidad. Y vuelve la pregunta inicial: ¿Cuándo se jodió la vida como antes la vivíamos y disfrutábamos? No lo sé. ¿Cuándo jodimos todo, los humanos? Desde siempre. ¿Por qué ahora tanta sevicia, maldad, falta de valores y ética? ¿Por qué ahora nadie piensa ni busca la espiritualidad como salida, asidero y salvavidas a este tiempo infausto que nos agita y nos trae en el filo de la locura y del insomnio?
Hartos mensajes y comentarios me han llegado de esta saga que hoy se hizo tríptico. Uno de esos mensajes fue el siguiente comentario del abogado Eduardo Pacheco, sí, primo del pastor Carlos Pacheco, quienes son los líderes de la comunidad cristiana “Cristo Vive”, comunidad de alto impacto social y religioso en la entidad. Su trabajo ejemplar está a la vista.
ESQUINA-BAJAN
“¿Qué nos pasó? Es simple. Dejamos a Dios fuera de la vida privada y pública. Eso fue lo que nos pasó”. La economía de palabras es admirable y su pensamiento lo comparto. El abogado y excandidato a una diputación local, Eduardo Pacheco clarificó uno de varios puntos o aristas muy identificables: no hay lugar para Dios en la vida cotidiana. La pandemia todo lo cerró, incluyendo iglesias. Las cantinas están abiertas. Pero esta ausencia de fe y temor de Dios (Proverbios 15:33) no sólo es pecado y condena en nuestro ámbito personal y familiar. Pacheco bien lo señala: abarca también el estado público. Vea usted si no el circo mediático de Emilio Lozoya y la red de complicidades y dineros, los cuales salpican a todos en materia de corrupción: Ricardo Anaya, Felipe Calderón, Carlos Salinas, Ernesto Cordero, Enrique Peña Nieto, Luis Videgaray y un largo, largo etcétera.
La vida se ha degradado a pasos de gigante. No sólo en México, sino en el mundo. Los vecinos gringos son el mejor ejemplo de ello. Si no hay temor de Dios, tampoco hay temor de la justicia terrena. Y cuando se puede y se debe ejercer justicia, como siempre en México, se ejerce discrecionalmente. Así se infiere del manejo político que se le está dando por parte de Andrés Manuel López Obrador a la detención de Emilio Lozoya y su delación ante la Fiscalía para salvar un poco su pellejo y sus millones. Su honra vale una bicoca. Caray, que miserable es la condición humana.
Otra arista identificable del monstruo que es Internet y la pandemia: los dos hermanos de 17 y 18 años los cuales transmitieron en “tiempo real” cómo le daban bebida y cigarro a su hermano de 3 años en la colonia Lomas del Refugio, en el sur de Saltillo, en pleno confinamiento y aburrimiento (10 de agosto), imagino son alumnos de escuelas públicas, muy bien que la Fiscalía haya tomado conocimiento y que la Procuraduría para Niños, Niñas y la Familia ya hayan intervenido. Pero, ¿y la Secretaría de Educación Pública de González? Con un desempeño de gris a mediocridad, el gobernador Miguel Ángel Riquelme tiene aquí una bomba en su administración.
¿La SEP de Higinio González, funcionario el cual se la pasa subiendo sus clases de “liderazgo” de la UANE en sus redes sociales, ya hizo una investigación de quienes son o han sido los maestros de los jóvenes de 17 y 18 años; dónde estudiaron, hábitos, actividades extracurriculares, desempeño escolar, calificaciones, involucramiento de los padres…? No hay temor de Dios y menos cuidado de las autoridades educativas, simplemente no pueden. “Regresar” a clases ha sido un caos y desorden. Espere un tríptico de textos.
LETRAS MINÚSCULAS
“Ven, sé mi seguidor”, se lee la invitación de Jesucristo en Marcos 10:21. Caray, dicha invitación la debería de tomar el monje Raúl Vera López y su beata de cabecera, Jaqueline Campbell. Regresaré al tema recargado.