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Soledad Llamas Alatorre: ‘Memo fue auténtico pilón’
Guillermo Anaya Llamas, candidato del Partido Acción Nacional (PAN ) y de la Alianza Ciudadana por Coahuila a la gubernatura del Estado, fue el pilón de su casa, “auténtico pilón”, dice su mamá Soledad Llamas Alatorre en entrevista para Vanguardia.
Guillermo Anaya fue el décimo y último hijo de Soledad y Ricardo, un matrimonio que lleva 66 años de casados.
Él, 92 años, ella, este 10 de mayo cumple 84 años. Doble festejo. De hecho, recién colgó el teléfono, estaba hablando con su nuera Maite, esposa de Guillermo Anaya, quien la invitó a su casa para festejar su cumpleaños y el día de la madre. “Nos juntamos pura familia”, dice sobre este día.
-¿Su hijo Memo qué le regala? –le pregunto a la mamá del candidato.
“Fíjese que nada, se me hace que nada. Tampoco me acuerdo. De chico me regalaba un ramillete espiritual, le gustaba regalarme eso porque no le costaba nada”. Soledad cuenta que pensaba se quedaría con nueve hijos y regaló todas las cosas para el bebé. “Pues que siempre sí viene un piloncito”, menciona. Y el 2 de julio de 1968, nació Guillermo Anaya.
“A ver de dónde agarraba porque yo ya había regalado todo, trabajábamos en una asociación que se llamaba de Acción Social, fuimos a un ejido y llevamos todo. ‘Ahora qué hago’, decía. Gracias a Dios tenía una amiga que iba adelante que yo 5 meses y ella me fue pasando lo que dejaba el chiquillo. Memo vivía de puro gallo los primeros años. Cuando creció, pues de los gallos de los hermanos”, relata Soledad.
Su hijo Memo le quita el sueño
Cuando Guillermo Anaya decidió entrar a la política, dice su madre doña Soledad Llamas, se le quitó el sueño.
Me dio nervio
Soledad recuerda que ella desde chica oía del PAN, porque su papá, Gustavo Llamas, fue cofundador del partido en Torreón. “Mi papá me platicaba que cuando iban a cuidar las urnas, los del PRI les sacaban las pistolas. Llegaba de regreso con su sándwich que no se lo había comido”. De pequeño, Soledad asegura que Memo siempre pensó en ser abogado pero un día, estaban en una junta del PAN y a Soledad se le hacía raro que allí estuviera su hijo Memo. “Yo no sabía que ya era panista”, recuerda. Entonces se le acercó y le dijo: -Oye mamá, ¿si me lanzo de candidato a diputado local, me apoyas? Soledad se le quedó viendo como diciendo ‘este niño está enfermo de la cabeza’. -Pues sí mijo, le contestó. Fue cuando se enteró que se dedicaría a la política.
-¿Qué sintió cuando empezó?
-Me dio nervio que algún día lo fueran a golpear, pero nunca ha tenido pleitos.
-¿Qué piensa que quiera ser gobernador?
-Hay Diosito santo pues primero lo voy a extrañar mucho, si va, esperemos que mi padre Dios nos oiga y le de la chance, pues se tiene que ir a Saltillo, lo voy a extrañar muchísimo, porque eso sí, es un hijo excelente, con la suerte también de que Maite es una nuera excelente.
En una campaña electoral, cuando doña Soledad todavía acompañaba a su hijo, recuerda que estaban en un recorrido por La Alianza y que compraban caramelitos a granel para dárselos a los niños. “Se juntaban los chiquillos”, rememora. Pero en una ocasión, llegó un camionetón del PRI y empezó a regalar balones y camisetas y todos los niños se fueron. Doña Soledad, envalentonada, se fue a reclamarles porque habían llegado si ellos estaban desde antes. Pero Memo la detuvo.
-¿Por qué nos van a sacar? –le cuestionó la madre al hijo.
-Porque pueden y tienen el mismo derecho que nosotros de estar –le respondió el hijo.
En otra ocasión, estaban entregando volantes en una colonia y la mamá se perdió y de repente no vio a nadie del grupo. “Dónde estoy”, se preguntaba. Hasta que escuchó el sonido de la camioneta y regresó con la gente. “Memo se dio un susto y cuando me vio me regañó y yo mire mire éste que se anda pensando regañando a la mamá, pero tenía razón”. A la mamá del candidato a gobernador le encantaba andar en las campañas.
Candidato consentido
Desde la sala de su casa en la colonia Torreón Jardín, donde creció Guillermo Anaya desde los 5 años, su madre lo recuerda como un bebé y un niño consentido porque para las hermanas mayores era lo máximo. “Se sintieron mamás, le daban las medicinas, todo, fue muy consentido”, recuerda.
Inclusive, refiere que sus hijas mayores no la dejaban regañarlo. “Cuando lo amenazaba de algo salían y lo sacaban del apuro. Se sintió siempre muy consentido pero siempre fue muy respetuoso, cariñoso, muy amable y siempre con muchas atenciones”, comenta.
Le pusieron Guillermo por un amigo sacerdote jesuita que se llamaba Guillermo Cortés y que querían mucho. El sacerdote se fue a Roma y desde allá les escribió el día que había nacido Memo.
De niño, Soledad asegura que su hijo no sacaba buenas calificaciones. “Él dice que por travieso, no cual, era burrillo, ya después fue muy estudioso y en unas vacaciones se fue a trabajar con el amigo de un cuñado que era abogado y le gustó”. Soledad narra que Memo siempre fue muy cariñoso con ella pero era muy inquieto, le gustaban los deportes, especialmente nadar. “Siempre andaba con su traje de baño rojo, desde que amanecía hasta que anochecía”. Su juguete favorito era la alberca de su casa.
También le gustaba el karate y un cuñado daba clases. Memo llegó hasta cinta negra. “Olvídese, se creía el más karateca de todos”, cuenta Soledad. Sin embargo, un día, ya veinteañero, llegó todo golpeado porque lo habían agarrado unos 15 jóvenes de Gómez Palacio. “Lo dejaron como trapo de trapeador”, recuerda la madre. Cuando Memo llegó a la casa afirmó que se había caído de un caballo. “No, cuál, lo agarraron a karetazos”, menciona Soledad.
Orgullosa madre
Soledad platica que se siente orgullosa de su hijo Memo, porque asegura que ha llegado a donde está por él solo. “No trae apellido de algún pariente ni nada. Él solito, Memo, Memo, ahí va”.
Refiere que nunca pensó que su hijo fuera a tener esta trayectoria política, pues dice que no había nadie de la familia con algún historial político. “Yo trabajaba en el PAN pero hasta ahí. En la promoción política de la mujer y me gusta”.
Una de las mayores emociones que ha tenido en su vida fue cuando su hijo fue Alcalde de Torreón, pero especialmente cuando lo vio ondeando la bandera de México en una celebración del Grito de Independencia. “Me emocioné retemucho, no azoté de milagro, era mucha emoción”, recuerda.
Pero también lo ha acompañado en los momentos difíciles, como cuando falleció Gustavo, hermano de Memo, en un accidente automovilístico cuando venían de Chihuahua a Torreón. “Todavía tiene la cicatriz en la cabeza, como recuerdo” Doña Soledad tiene 25 nietos y 9 bisnietos. Como madre, cuando su hijo Memo
fue padre por primera vez, le inculcó que recordara que eran hijos católicos, porque el nacimiento de su hijo representaba darle el mejor regalo que le podía dar a su nieto: la oportunidad de conocer a Dios. “Es el mejor regalo de un padre a un hijo”, reflexionó.
Y uno de los consejos que más le infundió a su hijo Memo, fue que tratara de unir siempre a su familia. “Es triste ver a familias peleadas; que él sea quien los una por algo que les guste. Que agarren fechas especiales, que si empezaban a tener pleitos inmediatamente interviniera porque es muy bonita una familia unida”.