Sophie Scholl: Coraje moral

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Sophie Scholl: Coraje moral

Ilustración: Vanguardia/Esmirna Barrera
Sin reflexión y pensamiento crítico, el poder totalitario o manipulador, sutilmente, puede acabar con los más altos valores y principios de cualquier cultura o país
¿Cómo podemos esperar que prevalezca la justicia cuando casi no hay gente que se brinde individualmente en pos de una causa justa?”.
Sophie Scholl, activista alemana.

Tiene razón Wendy McElroy: “aquellos que “procesaron” la muerte de Sophie estaban moralmente muertos; es decir, se volvieron verdaderos burócratas que solo estaban haciendo un trabajo, o son sacudidos por la simple verdad y bravura de su ser. Su existencia es un reproche a la devastación que causan bajo el disfraz de los “grandes principios” o la conveniencia”.

Lo anterior viene a colación pues, durante la segunda guerra mundial, precisamente en 1942, surgió en Alemania un movimiento de resistencia juvenil denominado “La Rosa Blanca”  basada en el poder de las ideas. Fueron cinco los estudiantes de la universidad de Munich que, mediante este movimiento pacífico y clandestino, se enfrentaron a los horrores del Tercer Reich.  

Hans Scholl fue testigo de la gran cantidad de judíos que eran conducidos, desnudos, hacia un pozo y allí, prácticamente delante de él, eran asesinados de un balazo en la nuca. Ante esta aterradora realidad el joven decide crear este grupo. Los muchachos empezaron a protestar pacíficamente en contra de los arrebatos que el gobierno nazi había impuesto al pueblo alemán.

Mujer fuera de serie

La joven Sophie Magdalena Scholl, hermana de Hans, estudiante de filosofía y biología de esa universidad, se unió al grupo y con el tiempo,  gracias a su valentía  e inalterables convicciones sobre la libertad de pensamiento y el respeto a  la igualdad  y dignidad humana,  se convirtió en la figura más relevante de esa memorable organización. Ella era la única mujer del grupo.

Sophie, a su corta edad, comprendió la manera en que los nazis atormentaban a su país y tomó la decisión de hacer la diferencia. 

Los inicios

El 9 de mayo de 1921, Sophie nació en un pueblo de Alemania (Forchtenberg) en una buena cuna; de hecho, su padre era el alcalde de esa comunidad. 

Sophie desde niña demostró sensibilidad y sentido crítico, cualidades que se cultivaron mediante una educación iluminada por las lecturas, las artes y los pensamientos de altura. 

A la edad de 12 años Sophie se unió – como la mayoría de los niñas y niños alemanes – a las juventudes Hitlerianas; sin embargo, cuando su padre fue arrestado por decir que Hitler era “el flagelo de Dios”, se desilusionó totalmente, se separó de esa nefasta organización y empezó a tener posturas muy críticas sobre el nazismo.

Su oposición se acentúo en 1937, cuando su hermano y amigos fueron arrestados por participar ilegalmente en el Movimiento Católico Juvenil Alemán, cuyo fin era ampliar los horizontes ideológicos y artísticos de los jóvenes. 

Fuera Hitler 

El movimiento tenía como objetivo central redactar y distribuir en la clandestinidad miles de folletos, en los cuales denunciaban la desaparición y asesinatos de los judíos, también se instaba al sabotaje y pintaban consignas anti-nazis con leyendas que decían: "Fuera Hitler" y "Libertad". 

Su propósito era convencer a sus compatriotas de lo insensato de la guerra, advirtiéndoles también  sobre las oscuras e inhumanas actividades de Hitler. 

A este movimiento  se unieron profesores y médicos que habían servido en el frente y habían sido testigos de las atrocidades en el campo de batalla como en el Holocausto.  

Hacia el abismo

El primer panfleto denominado "Panfletos de La Rosa Blanca", decía: "nada es tan indigno de una nación como el permitir que sea gobernada sin oposición por una casta que ha cedido a los bajos instintos...  La civilización occidental debe defenderse contra el fascismo y ofrecer una resistencia pasiva antes de que el último joven de la nación haya derramado su sangre en algún campo de batalla".

Cada folleto era más crítico de Hitler, ya el quinto denunciaba: "Hitler está llevando al pueblo alemán hacia el abismo. Siguen ciegamente a sus seductores hacia la ruina...   

¿Hemos de ser para siempre una nación odiada y rechazada por toda la humanidad?

La sutileza fue la que permitió al nazismo volverse parte de la vida cotidiana en una nación moderna y educada. El mal puede convertirse en un lugar común y tan rutinario como el papeleo”.
Sophie Scholl, activista alemana.

Último panfleto 

En febrero de 1943, los hermanos Scholl, valientes, decididos y firmes en sus convicciones, lanzaron desde lo alto del atrio de la universidad, el sexto y último panfleto: "unos criminales no pueden conseguir la victoria alemana. ¡Separaos a tiempo de todo lo relacionado con el nacionalsocialismo! Hitler no puede ganar la guerra. Tan sólo puede prolongarla".  Fueron delatados y pronto detenidos por la Gestapo.

Condena mortal

Sophie, - como los otros integrantes del movimiento -, fue sometida a terribles presiones psicológicas, pero jamás confesó ni traicionó sus ideales; por el contrario, llevó su cruzada hasta las últimas consecuencias, sentando un precedente de enorme valor.  Al final de su interrogatorio y al darse cuenta que Hans había asumido la responsabilidad comentó: "sí, formo parte de esto y me enorgullezco de ello". 

El funcionario que de la Gestapo que interrogó a la joven luego comentó: “Lo que ocurrió nunca me había sucedido en 26 años de servicio. Sophie Scholl se esmeró en cargar toda la culpa sobre sus hombros y así salvar a su hermano”. 

Los hermanos sabían que la palabra "lealtad" significaba obedecer los dictados del corazón. Recordaban lo que algún día les dijo su padre: "lo que quiero para ustedes es vivir con rectitud y libertad de espíritu, sin importar lo difícil que esto resulte".

Para la posteridad

A los cinco días de ser arrestados, el 22 de febrero de 1943, al filo de las cinco de la tarde, Sophie , de  apenas 21 años de edad,  por pensar distinto, por creer que todos los seres humanos merecen respeto, por denunciar crímenes, fue asesinada en la guillotina, bajo la acusación de traición a la patria. A ella le siguieron Hans y Chistoph Probst, Tenían 25 y 24 años, respectivamente.  

Los jóvenes asumieron la condena  con dignidad y honor, en  el nombre de los valores e ideales que defendían a través de su movimiento.

Las últimas palabras que Hans Scholl gritó desde la guillotina fueron: "¡Viva la Libertad!". Por su parte, Sophie comentó: "¿Cómo podemos esperar que prevalezca la justicia cuando casi no hay gente que se brinde individualmente en pos de una causa justa”? 

"Un día tan lindo, tan soleado, y debo irme", continuó diciendo, "pero ¿qué importa mi muerte, si a través nuestro miles de personas se despiertan y comienzan a actuar?"

¿Nos es lícito?

La historia de los hermanos Scholl eleva varias preguntas vitales: ¿Cuáles son las convicciones personales que deben de prevalecer inamovibles en nuestras vidas? ¿A qué le debemos total fidelidad? ¿Qué límites tienen esas creencias personales? 

En relación a las realidades actuales ¿nos es lícito enmudecer ante la inaceptable injusticia, pobreza, impunidad y corrupción que prevalece y crece diariamente en México? 

¿Qué atrocidades hoy en México se callan por cobardía y ausencia de valor civil? ¿Qué volantes deberíamos arrojar y contra qué tragedias?

Indudablemente, estos jóvenes son ejemplo inmortal de desafío, valentía, heroísmo y coraje civil, de esos valores que hoy le hacen tanta falta al país. 

Hoy sus nombres son invocados con respeto y admiración. Su valor hace eco en la eternidad. Y a pesar de los años pasados, continúan siendo fuente de nobleza y excelsa bondad.

La banalidad del mal

Incuestionablemente: “la sutileza fue la que permitió al nazismo volverse parte de la vida cotidiana en una nación moderna y educada. Pierde el sentido de cómo el mal se puede convertirse en un lugar común y tan rutinario como el papeleo. O cómo la gente común puede absolverse de toda responsabilidad por facilitar el mal”.

“La banalidad del mal”, concepto acuñado por Hannah Arendt,  en cierta manera, tiene que ver con la ausencia de reflexión y de pensamiento crítico por parte de la población en relación a las acciones de sus autoridades, entonces el poder totalitario o manipulador, sutilmente, puede acabar con los más altos valores y principios de cualquier cultura o país. 

Esto sucede cuando las personas se acostumbran a ver normal lo anormal, cuando prevalece lo incorrecto sobre lo correcto; cuando la indiferencia gana terreno en los temas cruciales de la cotidianeidad, cuando se aplaude a los tramposos y corruptos, cuando la impunidad se convierte en moneda diaria de cambio.  En fin, cuando escasea el “coraje moral” de personas como Sophie para decir “ya basta de tanto cinismo” y entonces actuar en consecuencia. 

cgutierrez@itesm.mx

Programa Emprendedor 
Tec de Monterrey 
Campus Saltillo