Usted está aquí

Suzanne

Sentada en una mecedora, tranquila, ya alejada de los afanes y de las tareas que le había demandado la vida, una mujer fuerte y valerosa, dueña de una sugerente y apasionada historia de juventud, conversaba con sus cuidadoras en una casa de reposo en Francia.

Ocurría la conversación en los años del naciente Siglo 21, cuando la moneda de su país, el franco, dejaría de ser la nacional. Se sentía sumamente triste.

Deprimida, incluso, porque no podía entender, no le agradaba el cambio. Toda su vida acostumbrada a un mismo diseño de tipo de monedas y billetes, el aspecto de otros le parecía inimaginable y no sabía cómo es que iría a modificar su entonces ya tranquila existencia. Era en ese momento una de las pocas mujeres con un poco más de vida independiente en la casa de reposo. Sus compañeras dependían, mucho más que ella, del cálido y seguro mundo que las cobijaba. A ella misma la rodeaba una confortable recámara, en donde se podían apreciar los recuerdos de sus seres más queridos: fotografías, óleos, pequeños obsequios y un ambiente aterciopelado de tapices y alfombra color escarlata. Un aparato de radio emitía las canciones de una época ya ida, y con ese sonido se percibía en el ambiente el empeño de Suzanne de no dejar ir del todo las imágenes que se reproducían en su mente.

Ella aún podía salir y dispensarse pequeños gustos. Pero el cambio de moneda la atormentaba y la dejaba sumida en esta profunda tristeza.
Su vida y la del resto de los habitantes de aquellos 19 estados que conforman la eurozona y los otros “microestados”, Andorra, Mónaco, San Marino y Ciudad del Vaticano, verían transformadas sus transacciones y su manera de entender esa parte significativa de las relaciones entre unos y otros.

La unificación establecía que el reverso mostrara un diseño común, mientras que el anverso ofreciera el del Estado emisor. Los diseños definitivos fueron publicados en el Diario Oficial de la República Francesa hasta el 1 de enero de 2002, pero ya desde 1999 se introdujo en Francia y en 10 países europeos.

Es en esos primeros años en que al suscitarse la conversación, la dama se entristecía. Y es de recordarse, es de reflexionarse en ello, cuando pensamos en la actualidad y la ingente cantidad de transformaciones a que los hombres de la “modernidad” han de acostumbrarse cada día. “Modernidad”, entre comillas, porque pareciera, para algunos que siempre vienen de todas partes y que todo lo que está ante nuestros ojos es “moderno” y, por lo tanto, deseable y, por lo tanto, digno de seguir sin condición ni restricciones.

El mundo al que nos enfrentamos está tan lleno de “modernidades” que fatigan. Muchas de ellas ni lo son, pero se está convencido que estamos a la última moda en todo y que se es más que otros porque se cree que se interpretan mejor los nuevos cambios, porque la vida, esa que está llena de oportunidades, las ha brindado en todo a unos cuantos privilegiados, y da la casualidad… que sólo hay un puñado de privilegiados…

Un poco de humildad y más respeto por lo que antecede a la vida propia son de las cosas que más necesitamos en esta vida moderna que se empeña en insistir que lo último de lo último está aquí y ahora, y que antes no hubo nada parecido a “lo último de lo último”.

El cuadro que hacía la mujer francesa de este inicio de líneas, me resulta altamente conmovedor. Ese mundo moderno no le decía nada. No podría abstraerse, por supuesto, del todo, pues debía entrar a ese mundo obligatoriamente. Pero, por lo menos, una parte de su ser seguía sublevándose.

Una íntima insatisfacción. No el hechizo por lo que tantos otros le aseguraban que era el bienestar para la eurozona, y que quizá sí, pero no para ella.
Su personal enfrentamiento lo dejó en las múltiples charlas con quienes tuvo contacto por esa época. Hoy queda, para muchos de aquellos sus oyentes, ese recuerdo y una suerte de lección sobre lo que en lo más íntimo de nuestro ser aceptamos y sobre aquello que rechazamos porque no nos gusta o porque no nos interesa.

A veces, el mundo “moderno” no se acomoda a todos. No interesa a todos, como muchos lo creen.