Testigos de piedra

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Testigos de piedra


Las señales de alarma parecían haberse encendido, pero no hubo quién las captara. No en ese joven que en otro tiempo se veía tan lleno de vida, tan lleno de energía, tan pleno de alegría. Pero poco a poco minaba la energía, la alegría y en unos días, también la vida.

¿Por qué el suicidio como la elección? La pregunta flota en el aire y deja devastados a los familiares y a los amigos. ¿Cómo, cuándo lo decidió este joven? Esta mujer, este hombre, este adolescente o incluso niño, derivando de ello el estupor y el dolor inmensos. ¿Cuándo sus felicidades dejaron de alcanzarlo? ¿Cuándo la belleza se tornó oscuridad? ¿Cómo? ¿Por qué? Y, ¿por qué no lo supimos intuir?

La mirada perdida y el desinterés, atribuidos por los más cercanos a una profunda depresión de la que saldrá pronto. La razón no los asiste. El terriblemente descontento con la vida, el terriblemente asustado de seguir luchando, el que no se siente amado o deseado por nadie, el que llegó a una crisis económica de la que cree no poder salir nunca toma la decisión y deja estupefactos a todos. 

Su partida duele grandemente en lo más profundo del corazón y hace sentir en el círculo estrecho de la familia y la amistad un sentimiento de frustración y culpa por no haber notado nada, por no haber podido estar, o por creer no haber podido estar lo suficiente.

Llama la atención que las luces de alarma, como sociedad, se encienden en nuestra ciudad, en Saltillo, desde hace varios años, y que en esta época sigue sin ser la excepción. Las luces de alarma que nos habla de un alto número de suicidios en Saltillo.

¿Cómo, cuándo empezó a ser aquí el escenario de esta tragedia? ¿Y qué estamos haciendo los saltillenses al enterarnos de estas noticias? 

Buscando respuestas en tema cuya concepción y análisis resulta tan delicado, tan doloroso, habría que pensar, creo, en el tipo de sociedad en la que nos hemos convertido. ¿Está la respuesta, o parte de ella, en el consumismo imperante?  

Hay quienes, consultados para trabajar en este artículo, me señalaban el crecimiento de la ciudad como una causa, un factor de estímulo. Un crecimiento que a unos ofrece oportunidades y a otros se les es negado. 

Las oportunidades de mejorar la calidad de vida no llegan a todos. Y ello, aunado a las exigencias sociales en que estamos inmersos, puede llevar a una frustración sin control para quienes estén más expuestos por debilidad de carácter en un medio que exige tener para aparentar ser.

Hemos sido testigos de los cambios operados en la ciudad en los últimos años. De una población manejable en muchos sentidos, hoy por hoy se ve desbordada. El ejemplo de concebir una suerte de presidente municipal para la colonia Mirasierra, donde habitan más de veinte mil personas, dado a conocer hace poco por nuestro periódico, nos habla del crecimiento desorbitado de los últimos años.

La portada del mes de febrero de la revista “Nexos” presenta a un grupo de personas caracterizados como revolucionarios de principios del siglo veinte sobre un tren bala. 

Una leyenda: “México mañana”. Creo que es el México de hoy en muchos sentidos, y que esa terrible desigualdad es, en buena medida, una de las causas de la enorme frustración de muchos mexicanos.


Está también, dentro de las variables a considerar, la cuestión de la imitación. El contagio está en los métodos que se utilizan para llevar a cabo la acción. La elección del procedimiento puede resultar una evidencia de ello.

Es un hecho que la ciudad está catapultada en desazonadores primeros sitios en el triste y oscuro tema del suicidio. ¿Cómo debemos enfrentar este hecho? 

¿Continuaremos siendo testigos de piedra en un escenario tan desolador? Las dinámicas para recuperar el alma de Saltillo nacen en el hogar, pero al formar parte de un problema social, resulta indispensable que el compromiso moral provenga igualmente de las autoridades e instancias correspondientes, de la mano con todos nosotros, saltillenses que somos y que debemos dolernos cada vez que escuchamos de un caso más.