Usted está aquí
A Tigres lo traiciona la suficiencia
Tigres ha dejado de ser un equipo prepotente. Se ha alejado de su patrón intimidante y las consecuencias se reflejan en juegos desabridos. Ha perdido consistencia y ha extraviado el gol.
El diagnóstico no sólo es privativo al grisáceo partido ante Pumas. La insuficiencia colectiva trae arrastre. Contra Tijuana, Querétaro, Real Salt Lake y Rayados ya había dado señales de cierta descompensación, monotonía y hasta displicencia.
Su manejo es más insulso, espeso y menos determinante. Su voracidad se ha desmenuzado. Ya no todos están en la misma sintonía aunque, así y todo, conserva cierta peligrosidad. Está claro que sólo el talento lo mantiene competente –algunas buenas jugadas maquillan su flojo andar-, pero es indudable que donde queda en deuda el grupo es en su combustión estructural.
A Tigres ya no le alcanzan las ráfagas combinadas –hoy más débiles y menos matonas-, ni las aportaciones individualidades logran sostener esa sensación de superioridad. Hoy cree que puede y se le consumen los partidos antes de resolverlos. La pérdida de tino de Gignac corona esa imagen devaluada que está ofreciendo el equipo.
Tigres lleva un acumulado importante de juegos sin poder descifrarlos. La automatización de su futbol ha entrado otra vez en un peligroso estado cíclico. Ha ido abandonando paulatinamente sus mejores formas para caer en rutinarios métodos de ejecución. Los rivales ya se la saben y también cuentan.
Insistir más en lo mismo y no diversificar en algún momento trae complicaciones y Ferretti las tiene encima. Aunado a esa complejidad, sus decisiones siguen siendo desacertadas para la causa del equipo. El DT ofrece pocas soluciones en la adversidad.
Forzado en sentar a Damm frente a Pumas por no estar al 100, Ferretti apostó por un creativo Zelarayán y no por un puntero con fondo.
Zelarayán no tiene profundidad; tiene gambeta. Es un jugador que habita zonas congestionadas, meridionales, centrales y con libertades para encarar y clarificar. No sirve para estar atado a cuestiones más periféricas. Sus enganches siempre serán hacia adentro, sus referencias son los defensas rivales, no la raya.
El cordobés no está cómodo en Tigres. Se nota en sus movimientos, por momentos fuera del radio de acción de la jugada. Quiere demostrar antes de jugar. No ha encontrado la manera de acomodarse a un sistema mecanizado, ni Ferretti ha sido generoso con las virtudes del exBelgrano. Al contrario, lo inutiliza.
Zelarayán es víctima de la jerarquización en un Tigres cuadriculado. Para Ferretti, Sobis parece tener más credibilidad, pese a sus vaivenes. Al brasileño lo aguanta por encima de cualquier circunstancia; al argentino, no.
Incluso, ese criterio del DT de dividir entre titulares y descartables lo orilla a improvisar como el de meter a Ayala de lateral antes que a Estrada, un natural en el puesto. Un ejemplo entre otros.
A veces da la sensación de que Ferretti no parece tener esa sensibilidad a flor de piel para percibir y participar de la trama del partido. Esto también debilita la coraza de Tigres. Los cambios, si es que los hace, son más por obligación que por una decisión neurálgica de modificar algo.
En la situación actual del equipo, sumado a un cóctel de lesionados, Ferretti se ve en la necesidad de ser coherente, influyente y extenderle el crédito a jugadores que tiene atorados en la banca. Ya debe haber detectado la pérdida de nivel y entender que no siempre con lo mismo tendrá la misma respuesta. El equipo viene jugando mal y el DT es cómplice por no actuar ante las alertas.