Torrejas de Semana Santa

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Torrejas de Semana Santa

La Semana Mayor o la Semana Santa deparaba para los niños de mi generación una época de total parálisis de las actividades. Saltillo se convertía en un territorio desolado en el que no estaba permitida la diversión. Al leer un artículo de Javier Marías, sobre su propia Semana Santa en la España de su niñez, durante la época de Franco, sentí una enorme similitud en cuanto a atmósfera se refiere. La nuestra también era triste, como convenía, y en Saltillo circulaban con parsimonia los automóviles, pocos, además.

La televisión nacional, poblada de series y telenovelas, dejaba de transmitir su programación habitual, estableciendo un impasse que permanecía la semana completa. Los capítulos de unas y otras se reanudaban llegando la Semana de Pascua, si bien iba. En contrapartida, la televisión recetaba series norteamericanas o películas de la Pasión, con traducciones al español.

Las típicas comidas de Cuaresma y el ayuno del Viernes Santo formaron por años a la generación que encontraba en uno de los platillos de la época la salida a las restricciones. De España llegaron a México las “torrijas” o “torrejas”. Platillo diseñado para nutrir a las mujeres que recién acababan de dar a luz, por la cantidad de carbohidratos con que podrían reponer las fuerzas. Al existir las restricciones de alimentarse con carne durante la Cuaresma y la Semana Mayor, las torrejas se constituyeron en la oportunidad ideal para el consumo necesario de alimento sin necesidad de recurrir a los productos cárnicos.

Eran las torrejas, junto a las tortitas de camarón seco, los chicales y la capirotada, platillo infaltable en la mesa durante esta temporada.

Triste, tristísima, se veía la ciudad, sin encontrar comercios abiertos, sin gente en las calles y si alguna había, iba vestida muy formalmente de riguroso luto. Las escapadas al campo hacían la vida de los saltillenses, principalmente la sierra de Arteaga, que a la distancia aparecía como la mejor opción para escapar en algo del pesado ambiente de la ciudad.

Ahí, también, la vida transcurría con lentitud. Acostumbrados al tráfago citadino –que tampoco era para presumir–, los días en el campo eran de una tranquilidad agobiante.

Poco a poco las costumbres en la ciudad se fueron transformando. Hoy por hoy, por estos días, aunque las calles se ven mucho menos habitadas y transitadas, la vida gira en torno a muchas más opciones que las de aquel pasado relativamente reciente. Hoy, Saltillo se puebla de visitantes y a la visita de las siete iglesias se ha agregado un recorrido por los muchos museos y plazas públicas. Lo que en años recientes sería impensado, escuchar la algarabía de los niños en estas plazas, es una estruendosa realidad. El crecimiento de la población le ha abierto la gama de posibilidades y oportunidades, un crecimiento que va aparejado a una nueva manera de asumir la propia religión.

Las vacaciones de Semana Santa sin duda han sufrido una transformación. Pese a la disminución de actividades y tráfico, sin duda se las toma ahora con mucha más liberalidad que antes.

Nuevas formas de enfrentar a la modernidad. Nuevas formas de entender el mundo que nos rodea. Ahora, en lugar de ver en la tambaleante pantalla de televisión a blanco y negro a los fariseos pidiendo la muerte de Jesús, los muchachos echan mano de su celular para comunicarse con el mundo.
En fin. Mientras un buen espíritu ciudadano se mantenga y sea el eje motor de la vida de la comunidad, sean bienvenidos los cambios y que el ayer quede en el cuarto de trebejos de la melancolía.

ESPLÉNDIDO TRABAJO

El padre de un jovencito de nombre Marco Antonio Alvizo Beltrán me muestra una cartera elaborada por el muchacho. Está hecha con material reciclado; antes fue una bolsa de frituras. La multicolor cartera es un excelente trabajo de un buen artesano, de un joven sumamente hábil e ingenioso.
Esta asombrosa habilidad de Marco Antonio es digna de elogio. Como él, los jóvenes emprendedores de nuestro País mucho pueden hacer por él, por nosotros, con base a su ingenio, su creatividad, su talento. Capitalizar estas capacidades y ofrecerles guías adecuadas, es función de los mayores. Ojalá que como el padre de Marco, muchos jóvenes en la actualidad encuentren quién los oriente por el camino de la superación y el éxito.