Trilogía de opciones

Usted está aquí

Trilogía de opciones

Reanimar en tiempo de hambre.

Estamos en tiempo de hambre de justicia y de prosperidad compartida, hambre de paz sin violencia, hambre de educación integral, hambre de honradez impecable, de seguridad sin atracos. Y tememos los derroteros del continuismo, del tecnologísmo y del populismo. Son fantasmas que se aparecen en el próximo sufragio.

Las figuras opcionales se presentan: Un gigante con pies de barro, un inteligente inexperto y un idealista cuyo sueño le queda grande. Más horas de vuelo, pero más de lo mismo o buen horizonte; pero incierto o intentar elevación humana; pero con retraso recalcitrante. Para unos pesará más la experiencia, para otros la inteligencia y juventud, y para otros la esperanza de progreso popular.

Son tres escenarios distintos. Tres bocetos de un posible México

Los más positivos ofrecen un saneamiento de lo establecido, un avance en paz o un poder político separado del poder económico.

Los más negativos asustan con un continuismo contaminado por conductas no corregidas y estructuras no saneadas. Hacen dudar con un futurismo tecnológizado con modelos importados o titubean ante un populismo desbocado que siga modelos insuficientes.

El ciudadano votante ve las esperanzas y los riesgos, las cualidades personales y las posibles fallas por exceso o por defecto. Quiere descubrir lo posible en lo deseable que llegue a ser creíble.

Lo atrae la trayectoria que ensarta sexenios de práctica hacendaria. Lo asombra la sagacidad políglota de un optimismo maduro y ágil de palabra exacta. Le entusiasma la austeridad vivida en la socialización de cercanía y acompañamiento, con promesa de transparencia.

Lo desanima en una opción lo que parece complicidad o, al menos, omisión en grandes corrupciones conocidas. Lo hace dudar, en otra, que no haya experiencia de gobierno en coalición. Y la tercera lo detiene, por las promesas no cumplidas en otros países que subrayaron lo popular.

El ciudadano va concluyendo que no puede votar sin arriesgarse. Que no se trata de elegir entre óptimo o pésimo. Se requerirá ciertamente una preferencia por algo. Que lo atraiga, a pesar de lo que no ve tan aceptable. No se trata de copiar lo que decida una amistad confiable. Tiene que usar su propio juicio y tomar su propio riesgo. En una misma familia o centro de trabajo, barrio o comunidad de fe, puede uno votar por “a”, otro por “b” y otro por “c” sin anunciarlo.

Los más conscientes votarán por quien les parezca capaz de lograr el bien posible. Si la mayoría se inclina por otra opción apoyará a quien reciba el mandato y podrá exigirle, por haber votado, que haga realidad el bien común...