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Trilogía Papal en Perú
Lo dijo en Lima pero los destinatarios habitan todo el subcontinente.
“Que la degradación sea superada por la fraternidad, la injusticia vencida por la solidaridad y la violencia callada con las armas de paz”.
La dignidad no reconocida, el derecho negado, las destrezas no valoradas desequilibran y contaminan las sociedades latinoamericanas. Cualquier deshumanización en la diaria convivencia está denunciando un maltrato, un desconocimiento de lo que merece un ser humano por su condiciòn de persona. La gente se siente menospreciada, excluida, utilizada en ámbitos políticos, religiosos, militares y laborales. La fraternidad que se proclamaba en Francia al tomar la Bastilla y cantar la Marsellesa no aludía directamente a la paternidad divina universal que le da su màs honda consistencia. La voz de Francisco tenía raíces en la visión fraterna del pobrecillo de Asís. Más que compañero, socio, vecino o paisano, el hermano es consanguíneo y la voz del visitante tomaba en cuenta ese ser hermanos por la comùn redención de una misma sangre para salvación generalizada.
La injusticia puede ser social por una riqueza mal repartida o jurídica por una impunidad que deja los delitos sin sanción. La actitud solidaria —que debiera globalizarse— se interesa por el bien sin exclusiones, está atenta a las carencias y necesidades no sólo personales sino comunitarias. Tiene una fina sensibilidad para no pasar indiferente frente al que es despojado.
Cuando el Papa peregrino se refiere a la violencia la presenta como una estridencia. Debe ser acallada, enfrentada como sucede en una bata, pero no con armas de guerra sino de paz. La violencia enfrentada con violencia produce una espiral interminable. Las armas de paz más poderosas son la palabra hecha diálogo y la justicia puesta en obras.
Lo escuchaban millones de asistentes, radioyentes y televidentes. Muchos de ellos víctimas. Degradados, lesionados, violentados eran alentados a no dejarse robar la esperanza después de los grandes atropellos de una polìtica enferma.
Quedaron sembradas las semillas de fraternidad, solidaridad y paz. El evangelio, que no se ha hecho vida en un subcontinente de bautizados, fue señalado de nuevo como el caminos para que personas y comunidades superen, venzan y acallen la degradación insolidaria y violenta...