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Trump - Clinton: que hablen las encuestas
Uno de los signos distintivos de la sociedad estadounidense es su vocación por los espectáculos masivos. Y en el mundo de los espectáculos masivos, la audiencia —el tamaño de la audiencia— lo es todo.
En ese sentido, el primer debate entre los candidatos presidenciales Hillary Clinton y Donald Trump no decepcionó a los coleccionistas de récords, pues se calcula que este habrá sido el debate presidencial más visto de toda la historia, con alrededor de 100 millones de espectadores.
Pero el tamaño de la audiencia dice algunas cosas significativas más allá de la simple aritmética. En primer lugar, dice algo respecto del interés —del tipo que sea— que han logrado concitar quienes buscan suceder en el cargo al presidente Barack Obama.
Habría que realizar una medición precisa para saber qué movió la noche de ayer a los electores estadounidenses a sentarse frente al televisor a ver y escuchar a dos candidatos presidenciales que básicamente lo han dicho ya todo, aunque cada quien por su cuenta y en terrenos cómodos para ambos. Con independencia de lo que un estudio de este tipo pudiera decirnos, la cifra sigue siendo significativa.
Pero lo es aún más si se le contrasta con el escaso entusiasmo que, de acuerdo con los sondeos de opinión, despierta este proceso electoral entre los votantes estadounidenses, muy probablemente debido a que, en términos generales, ninguno de los dos contendientes les convence del todo.
En ese sentido, será importante conocer los resultados de los primeros sondeos que se realicen una vez concluido este primer debate pues, por un lado, sabremos si los debates serán realmente relevantes en el resultado final y, por el otro, podremos saber qué esperar de los próximos dos debates entre los aspirantes demócrata y republicano, pues los resultados de las encuestas les dirán hacia dónde deben mover sus respectivos discursos.
Sería de esperar que con una audiencia como la de anoche, el debate presidencial hubiera logrado algo, es decir, que los votantes sean realmente influenciados por el contraste de ideas, pues de otra forma lo que se estaría demostrando es que, contrario a lo que hemos creído hasta ahora, los debates en realidad no cambian las percepciones.
Y debería esperarse que algo pase porque claramente hubo anoche una confrontación de ideas. Los espectadores tuvieron frente a sí a dos contendientes que son realmente distintos y que tienen posiciones antagónicas en numerosos temas, de tal suerte que no debería ser difícil para nadie identificarse claramente con uno de ellos.
Por la razón que sea, los votantes tendrían que sentirse más cerca del discurso de uno o de otra. Si las encuestas post debate no indican nada en ese sentido, tendremos que comenzar a revisar seriamente la idea que hemos tenido hasta ahora del efecto que una contraposición de criterios debe —o puede— causar en el auditorio que la atestigua.