Última columna antes de las elecciones

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Última columna antes de las elecciones

Parafraseando a Lennon, no hay nada por hacer, decir o descubrir que no esté ya hecho, dicho o sea sobradamente conocido.

Intentar influir a estas alturas en las preferencias electorales, en la opinión pública o simplemente, en la decisión de su vecino, no son ya ganas de dialogar sino de estar jorobando.

Lo cierto es que está campaña nos arroja como lección lo incierta que es aun la “ciencia” publicitaria y del marketing político. El poder del internet es innegable también, pero es una fuerza impredecible, que no sabemos si va a surtir el efecto deseado o se nos va a revertir en contra.

Creo sinceramente que las campañas negras no restaron o sumaron nada a los candidatos. Llegan a la meta con la misma ventaja y diferencia con que arrancaron: Un candidato con 18 años haciendo proselitismo (efectivamente, sí); el líder de un partido al que sólo su militancia más recalcitrante apoya (el resto están desilusionados, supongo); y un candidato oficial que, pese a no ser del partidazo, es copartícipe de todos sus pecados y omisiones y carga por ende con todo el repudio a su divisa y a la administración saliente.

Repito, así nacieron esas candidaturas y así cierran. Tanta tinta vertida, tantos tuits, memes, fake news, tanto, tanto tantísimo dinero gastado, tanta guerra fraternal no parece haber hecho ninguna diferencia de considerarse.

Me atrevería a afirmar que la latosa campaña negra contra el candidato puntero sólo blindó más la acorazada convicción de sus bien querientes. También me atrevería a decir que todas las desesperadas demostraciones de “arrojo” o histrionismo del segundo lugar, sólo le ganaron una buena tanda de carcajadas involuntarias. Y lo que fuera que hiciera el candidato de Los Pinos, sólo nos causaba como penita.

La prensa oficiosa fue el primer indicador de que el resultado ya estaba cantado por las preferencias: Atrás quedaron las hostiles entrevistas de Carlos Marín poniendo jetas de inquisidor con hemorroides. En su lugar, un conciliador panel de Tercer Grado ya no le preguntaba al puntero si creía llegar, sino “cómo le iba a hacer llegando”. El lema de Televisa siempre ha sido “con el campeón hasta que pierda” y su consigna es ser “soldados del Presidente”, a mí al menos me señala inequívocamente la dirección en que está inclinándose a mascar la iguana.

El último indicador del desenlace adelantado fue para mí la tropical campaña en favor del sufragio diferenciado o voto cruzado, de los Ángeles Azules, que comentamos en la entrega pasada. No es sino la mítica mafia del poder que, anticipando la hecatombe electorera, nos dice: “¡salpiquen tantito, no hay qué ser!”.

Y es que en efecto, de reflejar los resultados lo que las encuestas anticipan (las encuestas serias, con método verificable) tendremos una votación histórica no sólo en su posible convocatoria, sino en el porcentaje de votos con que podría alzarse el vencedor y la diferencia entre su más cercano competidor. Eso se prevé, falta ver.

Sé que todo lo que digo regodea a unos y provoca el más ofendido rechazo de otros. Créame sin embargo que intento hacer una lectura de los hechos lo más fría y objetiva posible.

Podrá usted poner en duda mi visión aduciendo que está viciada dado que el posible resultado me complace, pero tengo más de veinte años escribiendo de cosas que me disgustan y nunca he tratado de embellecérmelas con mi optimismo. Lo que describo, es lo que anticipo siempre, me guste o no.

Todo lo anterior dicho sea con la salvedad de un mega-maxi-macro-fraude electoral que en este País, aunque se nos diga que es un mito como el “chupacabras”, es tan real como el “chupacaguamas”. Sin embargo, advierto también que la diferencia entre el primer lugar y el candidato del Régimen, el único con la capacidad de perpetrar un fraude electoral, es demasiado grande como para siquiera intentarlo, sería insuficiente, los exhibiría y sólo le costaría más repudio.

Hasta eso, anticipo una jornada electoral tersa. Trancazos los va a haber, sin duda, pero será en los ámbitos locales en donde alguna elección municipal o distrital esté muy reñida.

En lo que respecta a la elección federal, cualquier intento de reventarla se pagaría muy caro y la factura iría a dar directamente al gobierno actual.

La alianza ganadora se adjudicará además, al parecer, la mayoría en el Congreso. ¿Es esto bueno o malo? ¡Pues a según quien lo afirme! Sólo le recuerdo que solemos quejarnos de dos cosas: Cuando el Presidente no es respaldado por las Cámaras, decimos que su proyecto está siempre detenido por esa bola de zánganos. Pero si el presidente, digamos del PRI, tienen a la mayoría de su lado, decimos que los mugrosos diputetes levantadedos son sólo unos títeres del Ejecutivo. Por fin: ¿Qué deseamos? ¿Cuál es el menor de dichos males?

Por último, sólo quiero decirle a los que están más contrariados con el resultado más plausible, que si el más probable próximo Presidente de México es un viejito de pobre retórica, dudoso proyecto y visión arcaica de progreso, no  se lo reproche a esos que usted tilda de estúpidos y llama chairos, pejezombis, amlovers y mantenidos.

Vaya y reclámeselo mejor a sus gobernantes y al partido de sus amores, que jamás han sabido, podido o querido, sacar a la gente de su desencanto. Descargue con ellos toda su frustración y rabia y deje de estar insultando a sus compatriotas por pensar distinto que usted.

Pasada la transición necesitaremos volver a fraternizar y, una vez más, citando a Lennon, lo que necesitaremos será amor.

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