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Un barrio singular en el corazón de Saltillo
En el Saltillo viejo subsisten barrios de tradicional estirpe. Barrios que se niegan a cambiar su imagen física y siguen conservando sus antiguas casas de adobe y techos altos, mezcladas con algunas de construcción más moderna de principios y mediados del siglo 20. En algunos casos aún sobrevive hasta la tienda de la esquina que servía como derrotero para encontrar una dirección cercana o al vecino que se buscaba, y en ocasiones le daba nombre al barrio, como la famosa de El Águila de Oro, enclavada en realidad dentro del antiguo barrio de Guanajuato al sur oriente de la ciudad en un sector diferenciado del rumbo y que con el tiempo se ganó el título y nombre de barrio del Águila de Oro, como si dicha porción nunca hubiera pertenecido al de Guanajuato.
Más al norte, en los mismos rumbos del oriente se encuentra un antiguo sector de la ciudad que comprende, entre otras, las calles de Matamoros, Maclovio Herrera, Castelar y Centenario, y hacia el sur se extiende hasta la escuela Centenario en la esquina de Juárez y Matamoros, y cuya influencia llegaba hasta la Escuela Coahuila, en Matamoros y De la Fuente, porque los jóvenes del barrio estudiaron la secundaria en los cursos que ahí impartían algunos profesores visionarios.
Don Amado Rivera era propietario de gran extensión del barrio y tenía su tienda de abarrotes La India en la esquina de Matamoros y Castelar, y al lado de la tienda el mesón de La India, donde llegaban las carretas y carretones tirados por yuntas de bueyes y recuas de mulas procedentes de la sierra con sus cargamentos de productos para vender, igual que los guayines que transportaban pasajeros de Arteaga y otros lugares cercanos y se hospedaban en el mesón, mientras los carretoneros y los arrieros permanecían a la intemperie guarecidos bajo las carretas. En la esquina de Matamoros y Maclovio Herrera, Manuel del Bosque tenía una tienda y la cantina Jalisco Libre, en contra esquina estaba la panadería de su hermano Reynaldo, y en la esquina de enfrente la tienda de don Jacobo Dávila del Bosque. Posteriormente se conoció a esa bocacalle como el crucero de La Indias por las cantinas que se establecieron ahí con los nombres de La India y La India Bonita. El barrio en general era muy socorrido para este tipo de negocios. Frente a la placita Primero de Mayo estaba el bar El Tropical, en el mismo sitio que después se estableció El Novillero, y por varias décadas, hasta los setenta había enfrente la tienda de abarrotes en mayoreo y menudeo El Cañón, de Raúl, Ramón y Rubén Dávila, la panadería La Purísima y el zapatero remendón Pablito y sus hijos Ramón Trinidad y Elías.
En el barrio vivían muchas familias y florecieron muchos negocios que satisfacían las necesidades de la vida cotidiana. Un floreciente expendio de leña, propiedad de Juan Pablo Dávila se ubicaba en la esquina de Maclovio Herrera y Centenario. Don Juan Pablo fue el padre de la apreciada Isabel Amalia Dávila, esposa del gobernador Flores Tapia. En las esquinas de Juárez y Matamoros se encontraban la Botica Juárez, de Aurelio Vélez Álvarez, enfrente la tienda de abarrotes 2 de Abril, de María de León del Bosque, en contra esquina una sastrería de Trinidad Montelongo y la restante esquina la ocupaba la mueblería de Miguel T. López.
Una detallada investigación del siempre recordado Sergio A. Galindo, de la cual tomo algunos detalles para esta columna, menciona que ahí vivían las familias: “Arredondo de León, De León Galindo, Dávila de Valle, Valdés de León, Berlanga Valdés y Ramos Valdés”, así como los Rivera, De la Peña, Dávila, Galindo Cepeda, Galindo Valdés, y entre muchos otros, menciona Sergio: “Don Isidoro Fuentes, llamado cariñosamente el Quijote del barrio por su impresionante parecido con el personaje de Cervantes, además de que siempre montaba un brioso caballo”.
El reflejo del pasado del tradicional barrio vive aún en los habitantes actuales, muchos de ellos descendientes de las antiguas familias residentes en este importante rumbo de Saltillo.