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Un dictador (II)
Hilarión Ulises Heureux Level, llamado Lilís, fue Presidente de la República Dominicana de 1882 a 1889. En esos años ejerció un poder dictatorial sin límites. Todas las libertades suprimió; no había otra ley que su capricho. En cierta ocasión un amigo suyo de la infancia fue llevado a la cárcel por ladrón.
-Suéltenlo -ordenó Lilís-. No hay que apresar a todo el cuerpo cuando lo único que tiene malo son las uñas.
Hombre de buenas frases era don Ulises. De raza negra, solía decir: “El negro llora de noche”. Escribió: “El hombre ha de saber tres cosas en la vida: saber ser pobre, saber ser solo y saber ser viejo”. En cierta ocasión a un empleado de su gobierno, negro como el mismo Lilís, se le murió un hijo de dos meses de nacido. El empleado le pidió una ayuda económica.
-Para enterrar al angelito -le dijo.
-¿De qué color era tu hijo? -le preguntó Lilís.
-Negro, desde luego -respondió con desconcierto el atribulado padre.
-Entonces no es angelito, hermano -le dijo tristemente Lilís-. Es nada más muertito.
Me pregunto si en esa conocida anécdota de Lilís no estará la raíz de “Angelitos negros”, el poema hecho canción del escritor, historiador y político venezolano Andrés Eloy Blanco.
No admitía Lilís oposición a sus designios. Quiso hacer notario a un protegido suyo, analfabeto. Los sinodales nombrados por el Colegio Notarial para examinar a los aspirantes eran sacerdotes los tres. Cuando se negaron a dar el título al amigo de Lilís, éste les mando un recado:
-Si ustedes no lo hacen notario yo lo haré obispo.
Y fue notario el ignorante.
Sabía, sin embargo, don Ulises que incluso la dictadura debe ejercerse con cuidado. Otro amigo suyo a quien dio un cargo solía expoliar al pueblo. Pedía dinero a la gente. Eso fue causa de protestas. Lilís le quitó el puesto. Le dijo:
-Hay que saber desplumar a la gallina sin que cacaree.
A pesar de ser aliado de España, Heureux apoyó la independencia de Cuba, entonces sometida al dominio español. Lo hizo, sin embargo, por abajo del agua. A una comisión de rebeldes cubanos que lo visitó para pedirle su respaldo le entregó 500 fusiles, 50 mil balas y 2 mil pesos oro. Cuando salían ya los comisionados de su oficina Lilí los hizo regresar y les dijo:
-Que el Presidente no sepa lo que Ulises Heureux les acaba de dar, porque se disgustará.
El Presidente era él.
Ordenaba levas para engrosar su ejército. Y escribía en un oficio al general al que le enviaba tropas: “Ahí le mando 150 voluntarios. Devuélvame las sogas para enviarle más”. Y es que los “voluntarios” iban amarrados.
Lilís murió asesinado. Lo mataron a balazos unos jóvenes de buena sociedad enemigos de su dictadura. En el momento del ataque Lilís les hizo frente. Sacó su pistola y disparó. Pero cuando lo hizo ya estaba herido de muerte, de modo que no atinó los disparos y sólo alcanzó a matar a un pordiosero que lo esperaba para pedirle limosna. Dicen que el dictador, prácticamente ya sin vida, caminó hacia sus atacantes, y que éstos retrocedieron con espanto mientras seguían disparando. Sonriente, Lilís hacía como que apartaba las balas con su sombrero panamá. Se recargó en el tronco de un árbol y fue resbalando poco a poco hasta caer muerto. No se le borró la sonrisa de los labios.