Un espacio resignificado y bicicletas para ir a trabajar

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Un espacio resignificado y bicicletas para ir a trabajar

Un columpio florece con su canastilla para dos plazas, a un lado del periférico, justo a un costado de la ciclovía que muestra sus límites de neopreno abollados, con clavos de metal hacia arriba o ya prácticamente desprendidos.

“Este columpio se lo compró mi hijo a mi nieta. Pero como aquí no cabía aquí en la casa, lo pusimos enfrente y así también es para los demás”.

Así dijo Rosa Angélica Ibarra Puente desde su casa coronada de macetas con flores que da frente al periférico Luis Echeverría en la esquina con calle Mauricio Maldonado.

Allí estamos Enrique y yo. Revisábamos la ciclovía y nos llamó la atención ese columpio sobre una pavimentación que ondula. Fue colocado a un lado de un huizache de frondosas copas. Hay una sábila también.

“Sembré más plantitas y más árboles, pero ya no resistieron el calor”. Agrega Rosa y su gato atigrado se quita la modorra; sigue recostado en la barda que separa esta casa de la otra que le sigue, en hilera.

Es un espacio recuperado. Tuvieron que juntar firmas para que Ecología municipal les regresara el columpio. Se lo habían llevado que porque no debía estar allí. Entonces todos los vecinos firmaron. Aquí está el columpio de nuevo. 
Y los niños lo usan.

Volvemos a la ciclovía. Por aquí pasan ciudadanos a su trabajo y hay fragmentos de la vía que ya no muestran líneas divisorias ni límites de contención que frenen a los autos, sobre todo a los vehículos de grandes dimensiones con carga industrial. En algunos tramos hay boyas que puntean a veces sí y a veces no. En otros hay trozos de pavimento desprendido. Solo en uno de los semáforos para ciclistas enciende la luz roja, la verde es ausencia, un hoyo negro. El resto, pues nada. No funciona.

Hay puntos en donde los ciudadanos buscan cruzar infructuosamente ya que no hay pasos de cebra, esas marcas que indican que por allí es posible pasar hacia el otro extremo de la calle. Todavía se piensa que hacer inversiones millonarias en puentes peatonales es una vía a seguir, pero evidentemente se desconoce que lo más económico y sustentable es permitir el paso a los peatones. 

Se trata de consideraciones, de la mirada del otro, de aquellos que andan en dos piernas o en silla de ruedas.

Tristemente todavía se gobierna desde una posición de automovilistas, desconociendo que la mayoría usa el transporte público o se desplaza a pie o en bicicleta. No, si los ecologistas no nacieron ayer, hay generaciones y generaciones de trabajadores que se mueven en bicicleta y ni siquiera se conciben como tales. Esa es su habitual forma de vida. Uno de los ciclistas jóvenes que pasaba por allí, dijo que usa la ciclovía a diario para ir a su trabajo y que el coche solo lo maneja los fines de semana, esto le permite ahorrar mucho dinero. Evidentemente pidió que se ajustara, que hay un fragmento muy bueno y el resto, no está en buenas condiciones.

Entonces, entendamos que la ciclovía no es solo un espacio para clubes de ciclistas con sus bicicletas caras y rodadas opcionales para recreo o ejercicio –aunque también lo es-, la ciclovía es un espacio de diseño reciente que se ha convertido en una zona por la que transitan con mayor relativa seguridad los empleados que van a sus trabajos, a la fábrica; los triciclos con cargas de cereales u otros granos, incluso patinadores y caminantes cuando no hay banquetas a los lados.

Una ciudad con más espacios de interconexión, tiene qué ver con ciudadanos que como automovilistas respeten los límites de velocidad mínimos, no porque sea una norma, sino porque es otra persona, como él, quien se desplaza. Yo soy el otro. 

claudiadesierto@gmail.com