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Un hogar para ellos
Destacan como diamantes. Su mirada fulgura a mitad de la noche. Hay quienes hipnotizan, a otros enamoran y unos más se sienten amedrentados por ellos. La misteriosa e intranquilizante seguridad de los gatos.
Pocos se quedan indiferentes ante su presencia. Hay quienes los aman, y por desgracia, quienes los aborrecen. ¿Qué encuentran en ellos unos y otros? Así como a algunos encanta la seguridad con que se mueven, su pronunciada independencia, esta misma manera de ser es la que desagrada a otros.
Algunos identifican su relación con los felinos con esta frase: “Un hogar sin gatos es simplemente una casa”. En sentimientos opuestos, están quienes prefieren acercar en su camino tazones con veneno para terminar con ellos, y acostumbran hacerlo protegidos perversamente al amparo de la oscuridad nocturna, capitalizando tres aspectos fundamentales de los gatos: su nomadismo, la confianza en los humanos y su inveterada costumbre de salir en las noches.
Si uno observa con atención, no son los gatos las mascotas preferidas. Basta con mirar los anaqueles de los supermercados para darse cuenta que son los perros los consentidos entre las personas.
Por fortuna, ha crecido en nuestra ciudad el número de grupos rescatistas, muchos de ellos integrados por jóvenes, que forman cruzadas y campañas en protección de perros y gatos por igual.
Resulta conmovedor el interés que se presta a su cuidado, el conocimiento que tienen de las épocas en que se aparean, la comida que pueden o no deglutir o digerir, y además, el empeño para rescatar a los animales de la calle y darles un hogar.
Los grupos de rescatistas realizan recorridos por la ciudad y necesariamente se topan con camadas de gatos o perros abandonados, que ellos llevan a buen resguardo y donde les dotan de alimentos y vacunas. “Una integrante del grupo se topó con una camada de gatos recién nacidos fuera de una farmacia”, me compartió una rescatista. Hoy, estos gatos de más de tres meses de edad esperan ser adoptados.
Los rescatistas dedican espacios físicos, sus autos y su tiempo para salvar mascotas de la calle y para cuidarlas. En Saltillo, los podemos encontrar en la Ruta Recreativa, ofreciendo a gatos y perros que han rescatado de la calle o se les ha puesto en sus manos.
“Tienen tanto derecho como cualquier ser vivo de contar con una vida digna, de ocupar un espacio en la Tierra”, se les escucha decir. Y la labor que realizan, cuando están en momento de las adopciones, incluye la papelería que acredite que los nuevos dueños se harán cargo de los animales de una manera responsable y dentro de los hogares, esterilizados y vacunados.
Personas como estas, que trabajan con dulzura, cariño hacia los animales y respeto por cada uno de ellos, hacen el mundo más habitable.
Aquí no caben los comentarios desagradables de quienes pretendan nublar la acción altruista de hombres y mujeres desinteresados, a quienes mueven sentimientos que quizá pocos sean capaces de tener por criaturas que no dirán un “Gracias” con las palabras, pero cuya mirada conservarán para siempre en el recuerdo como brillantes diamantes en medio de la noche.
PELIGRO EN SALTILLO: LAS VÍAS ‘RÁPIDAS’
A lo largo del periférico Echeverría sigue siendo evidente la criminal manera en que se transita a altas velocidades, muchos procedentes de las carreteras y a la entrada a la ciudad. Hay autos que exceden los límites de velocidad y llegan a provocar que las unidades a las que llegan presionando pierdan el control. La tragedia que enlutó a Saltillo hace unas semanas, en la entrada a la ciudad, por la carretera a Torreón, pareciera que no hace mella. Se sigue conduciendo con una irresponsabilidad solo emparejada por la absoluta falta de vigilancia.
El sábado anterior se daba noticia de la muerte de un repartidor de Uber Eats sobre Jesús Valdés Sánchez y ayer lunes de una volcadura ocurrida en Nazario Ortiz Garza el domingo por la noche.
Resulta traumático observar a conductores que manejan impunemente a velocidad inmoderada, algunos con el cinturón puesto, pero no colocado el de menores de edad que llegan a ocupar, incluso, el lugar del copiloto. De nuevo, ¿hasta cuándo?