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Una decisión personal
A Porfirio, mi valiente sobrino. ¡Felicidades por tus 16!
El inmenso Juan José Arreola sentencia en un fragmento de esa memorable carta que le escribe a su zapatero que le compuso mal sus zapatos: “Esta carta no intenta abonarse la cantidad que yo le pegué por su obra de destrucción.
Nada de eso. Le escribo sencillamente para exhórtale a amar a su propio trabajo. Le cuento la tragedia de mis zapatos para infundirle respeto por ese oficio que la vida ha puesto en sus manos; por ese oficio que usted aprendió con alegría en un día de juventud... Perdón; usted es todavía joven. Cuando menos, tiene tiempo para volver a comenzar, si es que ya olvidó cómo se repara un par de calzado.
Nos hacen falta buenos artesanos, que vuelvan a ser los de antes, que no trabajen solamente para obtener dinero de los clientes, sino para poner en práctica las sagradas leyes del trabajo. Esas leyes que han quedado irremisiblemente burladas en mis zapatos.
Quisiera hablarle del artesano de mi pueblo, que remendó con dedicación y esmero mis zapatos infantiles. Pero esta carta no debe catequizar a usted con ejemplos:
Sólo quiero decirle una cosa: si usted, en vez de irritarse siente que algo nace en su corazón y llega como un reproche hasta sus manos, venga a mi casa y recoja mis zapatos, intente en ellos una segunda operación, y todas las cosas quedarán en su sitio.
Yo le prometo que si mis pies logran entrar en mis zapatos, le escribiré una hermosa carta de gratitud, presentándolo en ella como hombre cumplido y modelo de artesano.”
Experiencias cotidianas
Demasiada gente piensa “ahora los prestadores de servicios, en general, evitan ser leales y fieles a los clientes que se deben”, que “las personas trabajadoras, paulatinamente, han perdido respeto al oficio que emprenden, a esas las leyes sagradas del trabajo”; también que “la mayoría de las empresas y organizaciones se mueven en función de los beneficios de la insensata conveniencia, del oportunismo y el interés exclusivamente económico”.
Garantía de valor
Sin duda, un trabajador que se mueve por mera conveniencia posiblemente se puede “salir con la suya” en el corto plazo, pero al final del recorrido no creo que se beneficie plenamente; de hecho, terminará desvalorizándose.
Por otro lado, la lealtad que una persona se tiene a sí misma, a sus principios, promesas, familia, comunidad, oficio o empresa, siempre será una garantía de coraje y valor, que hablará de un ser humano que ha conquistado supremos niveles de dignidad y excelencia, acreedor de extraordinarias recompensas.
En este sentido, lo fundamental no es saber si los “otros” son o no leales y fieles a su trabajo; sino, más bien, descubrir si en lo personal nosotros lo somos; si acaso nos apegamos al cumplimento de las promesas y acuerdos; o bien, si las decisiones las realizamos acorde a efímeras conveniencias.
A mí no me corresponde
Si los actos de la gente son realizados por conveniencia y no por lealtad y fidelidad, es muy probable que se generen ambientes en donde abunde el egoísmo y se escatime el servicio de calidad.
En ese ámbito, indudablemente, habrá una cultura de escasez, sensación de estar aguantando y una actitud enfocada a ejecutar solamente lo mínimo necesario.
Actitudes que se desprenden de decir: “eso a mí no me toca”, “para eso no me contrataron” demuestran precisamente esta realidad. ¡Y vaya que son muy comunes!
Cumplir lo prometido
Lealtad significa “lo que es conforme a la ley”; la persona que es leal es un ser de ley; es decir, se adjudica el deber de cumplir lo prometido —los acuerdos—, manteniendo los ámbitos de convivencia que ha creado libremente.
Siempre he pensado que las personas que son atendidas no quieren la perfección (en sí misma) de las personas que le sirven; sino, más bien, desean que los prestadores de servicios cumplan con la promesa que han hecho, que sean sencillamente responsables. Que tengan la actitud de servir. Esto significa que sean leales a la naturaleza de su trabajo; que, cuando existan equivocaciones, se tenga el valor de reconocerlas y luego resolver a favor del cliente.
Elegir servir
Es necesario apuntar que la responsabilidad asumida de servir leal y fielmente al oficio elegido, simboliza libertad; pues se elige servir, entonces, al cumplir con lo prometido, se formaliza lo mejor del ser humano, al tiempo que se cumple con el sentido de la vocación emprendida.
Una persona leal jamás se aferra a lo prometido por revelarse como una persona de palabra, por tozudez o conveniencia, o por presumir su voluntad propia, sino solamente porque valora la libertad y responsabilidad que emana de la lealtad hacia lo pronunciado. Hacia lo decidido.
La lealtad advierte excelencia, presencia firmeza de carácter, soberanía de espíritu. Esta cualidad infunde fe, adhesión personal y fidelidad, concepto que tiene que ver con la confianza en la mirada.
Fidelidad
Quien tiene fidelidad a su trabajo, responde con su propio corazón a una promesa, su voz es un aliento de esperanza, representa una conducta sensible y creativa.
La persona que posee estas cualidades ha decidido mantenerse unido a la excelencia, a lo que es valioso y perdurable, a convicciones fundamentales; a decisiones tomadas, a ideales, a las leyes del oficio.
Sí o no
La lealtad y fidelidad implican una lúcida voluntad, también capacidad de recrear continuamente la memoria personal para no dejar que se mueran los recuerdos. Siempre es en el pasado cuando se prometió el futuro. Y el ahora, el presente, es donde se cumplen lo comprometido.
Optar por la lealtad y fidelidad ante algo o alguien es un acto de libertad. ¿Qué es la libertad? Octavio Paz lo condensa: “La libertad no es una filosofía y ni siquiera es una idea: es un movimiento de la conciencia que nos lleva, en ciertos momentos, a pronunciar dos monosílabos: Si o No. En su brevedad instantánea, como a la luz del relámpago, se dibuja el signo contradictorio de la naturaleza humana”.
Con claridad: la deslealtad y sus añadidos, como la infidelidad, traicionan la promesa originada en un acto de libertad, prefieren olvidar la razón, rechazan la voluntad de cumplir. Denigran al ser humano.
Uno elige enterrar el “Sí” o el “No”, esa promesa previamente pronunciada. Acordada. Comprometida. Negar lo comprometido es caer en el vacío del cinismo.
Libertad…
Las personas que deciden encaminar su vida por la conveniencia, el cambalache, el oportunismo, hacen de su trabajo – y de su vida - un infierno, una esclavitud; pero también existen personas que son testimonio de rectitud, seres humanos que eligen lo mejor aunque el camino sea cuesta arriba, que a pesar de los pesares se inclinan por lo correcto, que honran su palabra y no toman decisiones menoscabando su libertad, lealtad y fidelidad.
Lo significativo es saber somos esclavos, si acaso personalmente vivimos encadenados a la conveniencia, si solamente emprendemos por el premio o la recompensa y no por el amor al oficio que la vida “ha puesto en nuestras manos”.
Tema personal
Preocupémonos por las convicciones que fundamentan nuestra existencia, teniendo presente la máxima que dice: “No hagas a otros lo que no quieres que te hagan a ti”.
“Estamos condenados a la libertad”, a veces insoportablemente hay que decidir, entendiendo que “no hay que ceder ni cambiar en nada lo que realmente es sustancial en nuestras convicciones o en la vida; sabiendo que la lealtad y fidelidad son de esas cosas en las que no se puede ceder un palmo sin traicionarlas y traicionarnos a nosotros mismos”.
Entonces ¡Que los demás piensen y hagan lo que quieran! Sabiendo que la lealtad y fidelidad representan convicción, una decisión personal, y que la conveniencia, que viola las leyes sagradas del trabajo y también de la vida, jamás será una buena consejera.
Entonces, como dijera Arreola: “Sólo quiero decirle una cosa”…
Programa Emprendedor
Tec. de Monterrey Campus Saltillo
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