Una historia sacada de la vida (tiene muchas)

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Una historia sacada de la vida (tiene muchas)

Lo que voy a contar ahora es cierto. Sucedió en Arteaga hace poco más de 30 años. Las constancias que acreditan mi relato están en los archivos policíacos de la Villa, y en los de Saltillo también.

Una joven que vivía en el rancho Casablanca, de la sierra, tenía una dolencia extraña que no la dejaba en paz. Ella y su esposo habían consultado a varios médicos. De nada sirvieron las pócimas que recetaron los facultativos: la muchacha seguía mala de su mal.

Alguien les habló de una bruja que vivía en Saltillo -en la colonia Provivienda, por más señas-, y vinieron a verla.

Antes de seguir adelante con la historia debo citar un importante dato: la joven campesina era bella de rostro, y más de cuerpo. Ni siquiera su enfermedad había bastado para quitarle un ápice de su hermosura.

La tal bruja examinó a la enferma, y le dijo que tenía “un mal puesto”. Tan grande era ese maleficio que sus poderes -los de la bruja- no serían suficientes para sacárselo. Conocía, sin embargo, a un señor muy bueno -así dijo- que de seguro la curaría. Podían ir a verlo en ese mismo momento, si querían.

Aceptó la pareja. Hizo la bruja una llamada telefónica, y se concertó la cita con el hombre. La mujer le pidió al esposo que se quedara a cuidarle la casa, por aquello de los ladrones. Ellas tomaron un taxi, y fueron al domicilio de aquel señor tan bueno.

Dejó la bruja en la puerta a la muchacha; le dijo que una hora regresaría. Esa hora fue bien aprovechada por el señor muy bueno: violó a la joven esposa.

Ella no dijo nada de lo que había pasado ni a la mujer ni a su marido. Regresaron los dos al rancho. Una semana después el esposo recibió recado de la bruja: debía ir a Saltillo por unas medecinas para su señora. Fue, en efecto.

Apenas había salido, llegó a la casa de la muchacha el hombre que la había violado. Ella sacó una pistola que su esposo guardaba en el ropero. Cuando el individuo trató de forzar la puerta para entrar, la muchacha le disparó y le metió un balazo en la cabeza.

El muerto resultó ser un ricachón de una ciudad vecina que no es Arteaga ni Ramos Arizpe. Detenida por la policía la muchacha contó lo que le había pasado. La bruja negó haber conocido al violador. Las pesquisas policíacas, sin embargo, mostraron que la mujer le servía de celestina al individuo: a cambio de buenas sumas de dinero le conseguía muchachas y se las llevaba a la casa que el hombre tenía en Saltillo para sus excesos eróticos.

Y sucedió otra cosa. Cuando el esposo de la muchacha tuvo noticia de lo acontecido fue al juzgado a preguntar por ella. Un gendarme lo reconoció: hacía seis años había dado muerte a un campesino. Todo ese tiempo se le había buscado inútilmente. Pasó varios años en la cárcel.

Hace unos días leí en algún periódico que los directivos de las cadenas televisoras están muy preocupados, pues no encuentran buenos escritores para que hagan los guiones de las telenovelas.

¿Por qué no contratan a la vida? ¡Tiene tan buenos argumentos!