Una muerte es tragedia. Miles, simple estadística

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Una muerte es tragedia. Miles, simple estadística

…Y en algunos casos raya en la irreverencia, como esa del funcionario aquél que tratando de que el bicho no se expandiera, limitó a cinco el número de asistentes permitidos en un funeral… sin contar al difunto.

Les platico: En México estamos viviendo la generación donde los hijos van a crecer odiando el recuerdo de sus padres, porque éstos no pudieron, no quisieron o no supieron, salir ni con tapabocas del confortable calabozo de su confinamiento, para mostrar la cara, decir su nombre y romper el detestable anonimato que hay detrás de su denuncia, de su pitazo al columnista amigo, de su crítica de café o chat.

A esos les he dicho que hagan de su “verdad” un paraguas y luego, que salgan a la lluvia, porque adentro en la sala no llueve, nomás en la calle.

Me repugna el “por favor, no escribas mi nombre”, del que después de pasarme un tip para que lo investigue y lo publique, tiene miedo de aparecer y hacerse visible con todas sus letras ligadas a su desparpajada denuncia.

Como el que quiere dar consejos no pedidos y pretende aleccionar incluso a quienes fueron sus maestros.

Esos se hablan a sí mismos cuando predican detrás de sus ”doctorados”, y los “consejos” que quieren dar a otros, se los dan a sí mismos.

Lo digo por uno que se desató en días pasados, en una retahíla de teorías con las que según él, anda diciendo que lo importante es la “verdad” y maromea datos para justificar las defensas oficiosas que hace de su jefe.

Gente como él, quiere joder a alguien y esconden la mano con la que tiran la piedra. Eso le resta “verdad” a la que dicen que es lo importante.

La irreverente de mi Gaby no para de decirme: "No creas nada de lo que oigas y ni la mitad de lo que veas".

La sabiduría natural de la mujer buscando refugiarse en el típico pragmatismo masculino.

Y entonces, a las mujeres hay qué darles las gracias por su valor, por protegernos, por tratar de hacernos parecer normales.

En todos los oficios, no importa cuánto crezcamos o cuanto envejezcamos. Siempre estamos trompicándonos, haciendo preguntas y eso es precisamente lo que nos hace eternamente jóvenes.

Proclamo: quien deja de hacer preguntas porque cree que tiene todas las respuestas, se vuelve viejo e incluso algunos ya se murieron y ni cuenta se han dado.

Yo las hago en todos lados, a toda hora, a todos, y no porque quiera mantenerme como Peter Pan, sino porque un periodista sin preguntas, es como un aire sin oxígeno.

Y gracias a eso descubrí que el caos es un foso con una escalera, que muchos intentan subirla y fracasan.

Entonces, preguntando me topo de pronto con un gobierno que predica el abrazo por sobre todas las cosas y me dan ganas de decirle -y lo he hecho- que eso a lo que los políticos llaman “amor” fue inventado por tipos que se dedican a vender prendas íntimas.

Y también veo a un gobierno que quiere regalarle cosas a los pobres y me dan ganas de decirle -y se lo he dicho- que la generosidad es un forma de poder.

¿El amor está en el aire? No señor. El nitrógeno, el oxígeno y el dióxido de carbono son los que están en el aire.

Acerca de la estadística de la democracia, un pequeño grupo de ciudadanos pensantes y comprometidos, que no escondan la mano con la que tiran sus piedras vueltas críticas o denuncias, puede cambiar a México.

Y sobre el corazón, creo que existe no solo con el propósito de bombear sangre.

CAJÓN DE SASTRE

Feliz aniversario, mi Gaby.

placido.garza@gmail.com