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¿Ustedes qué hubieran hecho?
“No sólo Manuel Mireles es inocente, sino todos los miembros de autodefensas que tenían que llevar un arma para defender su hogar, su familia, sus bienes, porque no había nadie para ayudarlos”, dijo el propio Mireles al poco tiempo de haber sido encarcelado.
La figura del doctor Mireles es una más de las muchas, muchísimas cosas contradictorias en mi vida:
Yo soy un enconado opositor de la portación de armas.
Considero que es un tremendo error armar a la población civil y que las armas domésticas provocan más muerte, desgracia y dolor del que pueden evitar.
Sin embargo, no encuentro manera de argumentar el menor reproche al movimiento de autodefensas Comunitarias encabezado por el polémico médico michoacano.
¿Es Mireles un anarquista, incitador a la violencia enemigo de las instituciones y del Estado de derecho, o sólo es un hombre que se cansó de vivir sojuzgado, en una situación en la que por más que hayamos vivido difícilmente podemos imaginarnos, y que decidió actuar en consecuencia?
Me decanto por lo segundo. Y voy a dejar que todos los analistas y politólogos se encarguen de sacarle todos los bemoles y aristas a esta personalidad. Pero yo, la verdad, si la vida en mi comunidad fuese literalmente secuestrada por un grupo criminal ante la inacción del Gobierno, y no tomara o me sumase a una iniciativa como la de Mireles, tendría que acostumbrarme a vivir con vergüenza.
Mireles probablemente ni siquiera hizo nada extraordinario, es decir, obviamente que sí lo hizo, pero nada que esté fuera de los lindes del instinto de autoconservación.
En enero, a razón del enésimo gasolinazo, Enrique Peña Nieto nos espetó un desafío retórico a todos los mexicanos: “¿Qué habrían hecho ustedes?”, como aduciendo que no tuvo más remedio que tomar las medidas consabidas.
Y creo que el mismo cuestionamiento es pertinente cuando abordamos la figura de Mireles: ¿Qué habrían hecho ustedes? ¿Qué habríamos hecho nosotros? ¿Qué habría hecho yo en su lugar?
Mireles pasó tres años en presidio, pero no ha habido quién le pueda refutar a su lógica llana:
“Nosotros no tenemos necesidad de andar armados, no tenemos necesidad de andar haciendo el trabajo que le corresponde a una parte del Gobierno. No nos gusta andar armados… pero tampoco nos gustó ya que nos mataran a todos sin que hubiera nadie que nos defendiera, fue una necesidad, somos pueblo, nada más”.
En Saltillo tenemos a un hombre de 77 años preso por haber dado muerte a uno de los delincuentes que asolaron el barrio donde vive con su familia.
En un enfrentamiento, por defender a su hijo de una veintena de violentos pandilleros, Juvenal Macías se vio obligado a sacar su arma para amedrentar a los agresores que ya amenazaban con ingresar al domicilio, pero sus disparos hicieron blanco en uno de los maleantes.
Voluntariamente, Juvenal Macías se entregó a las autoridades, las mismas que no impidieron que la pandilla de “Los Gavilanes” destruyera y saqueara viviendas en venganza. Las mismas autoridades que no han impedido que este grupo delictivo imponga su ley en este sector.
Su proceso está en curso, pero el anciano no se reprende por su acción: “Por mi familia haría lo que fuera. Matar no está bien, pero defenderlos es lo correcto. Lo volvería a hacer”.
Se podrán hacer mil debates morales, incluso puede que Juvenal Macías tenga que purgar una sentencia, pero cualquier argumentación caerá ante el impostergable apremio de defender a los suyos, ante la indiferencia o la total indolencia de las autoridades.
El escenario es diferente, pero lo que está a discusión es exactamente lo mismo que en el debate sobre Mireles y las autodefensas comunitarias, y se puede reducir a otra de las citas del anciano saltillense que actuó en defensa propia y ahora es acusado de homicidio:
“Por mi familia hago todo. ¿Usted qué haría?”.
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