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Vacuna contra COVID: el trecho por delante aún es largo
Si algo deseamos los ciudadanos del mundo entero es que se anuncie finalmente la existencia de una vacuna que se encuentre al alcance de todas las personas, pues esa es la única respuesta certera a la crisis sanitaria provocada por el coronavirus SARS-CoV-2.
Y como nunca antes en la historia moderna de la humanidad, alrededor del planeta se realizan esfuerzos concurrentes que al final nos proporcionarán –en tiempo récord, es necesario decirlo– un mecanismo de inmunización que nos permita recobrar aunque sea una parte de la “normalidad” a que estábamos acostumbrados hasta hace unos meses.
Pero desear que eso ocurra no es lo mismo que ver materializarse nuestros deseos, pues el proceso para desarrollar una vacuna implica la rigurosa realización de una serie de procesos consecutivos que no pueden obviarse ni, mucho menos, apresurarse.
En este rubor no cuenta el voluntarismo de nuestros políticos, acostumbrados a realizar promesas de imposible realización para obtener nuestras adhesión y luego dedicar el tiempo a “explicarnos” por qué no fue posible concretar sus promesas, al tiempo que formulan otras nuevas.
Quienes llevan la batuta en este concierto –y está bien que así sea– son las mujeres y hombres de ciencia: epidemiólogos, virólogos, infectólogos, biólogos, genetistas, químicos y representantes de otras disciplinas cuyos conocimientos deben combinarse para llegar a la tierra prometida.
No hay otro camino. Y por mucho que sea tentador pensar que en nuestros días la ciencia debería ser capaz de cualquier cosa, en el recorrido de ese camino es obligado aceptar que no se trata de una ruta breve y además no existen atajos.
El comentario vale para enmarcar el reporte que publicamos en esta edición, relativo a la participación de ciudadanos coahuilenses en las pruebas clínicas correspondientes a la “fase 3” del desarrollo de la vacuna a cargo del laboratorio de origen chino CanSino Biologics.
Es una buena noticia, sin duda, el que uno más de los proyectos en marcha para el desarrollo de una vacuna se encuentre en la fase 3, lo cual implica probar en miles de seres humanos la fórmula que ya ha sido probada previamente en condiciones de laboratorio y en animales.
Conviene, sin embargo, no saltar a partir de este dato a la conclusión apresurada de que, por el hecho de que en la prueba clínica participen personas que se encuentren cerca de nosotros, la vacuna que podrían ponernos a nosotros se encuentra a la vuelta de la esquina.
No se trata, desde luego, de echarle agua fría al optimismo. Se trata de no alentar falsas expectativas respecto del tiempo que nos separa de la posibilidad de contar con una vacuna al alcance de todos. Porque aún cuando la prueba arrojara resultados positivos –como ya lo hizo el desarrollo de Pfizer– aún es necesario desplegar un esfuerzo muy importante para producirla masivamente.
Estamos cerca, sin duda, de contar con una vacuna eficaz y segura. Pero eso no va a ocurrir mañana, ni la semana próxima y ciertamente no antes de que concluya este año. Por ello, al tiempo que mantenemos el optimismo, lo que toca en este momento es mantener las precauciones para no contagiarnos.