Valor valiente

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Valor valiente

Hoy podemos distinguir bien entre el valor y lo devaluado.

El buen discernimiento descubre y distingue lo que vale y lo que estorba, lo que es auténtico de lo que es falsificación. No se confunde confiando en lo inconsistente o despreciando lo bien fundamentado.

Hay valores constitutivos, radicales. Dan identidad, configuran una existencia. Definen una excelencia. El campesino sabe bien cuál es la buena tierra, el buen tiempo, la buena semilla, el cultivo adecuado, la estación mejor para sembrar, para podar, para cosechar. Ese saber, esa consciencia hace posibles los aciertos y evita las torpezas.

Puede un ignorante tener una tierra árida sobre un manto de agua profundo y vivir en la miseria. Llega  el tío agrónomo y examina todo y lo felicita por tener la mejor tierra capaz de prósperas cosechas. Inicia la perforación, brota el torrente, se canaliza el riego, se hacen las plantaciones y toda la región admira los frutos abundantes. 

Puede haber valores humanos en quien no tiene consciencia de ellos. No descubre el tesoro escondido. Tiene una baja estima de sí mismo. Se menosprecia o se conforma con lo mínimo. 

El Congreso de la Mujer que se inicia en Saltillo esta semana, organizado con tanto entusiasmo, en una continuidad de servicios anuales a la comunidad femenina de la ciudad, enfoca el valor femenino. Quiere despertar la consciencia de quien lo posee sin valorarlo. Pretende abrir el abanico de las posibilidades de desarrollo integral para que todas las mujeres puedan cumplir una gran misión siendo fieles a  sí mismas.

Para esto de tener consciencia del propio valor se requiere gran valentía. Para pensar de acuerdo con ese descubrimiento, para sentir en consonancia con esa excelencia esencial, se requiere  afrontar riesgos con fortaleza. Para hacer actos de voluntad eficaces que lleven a acciones transformadoras se requiere nunca caer en cobardía, en pusilanimidad, en miedos que encapsulan en un temor habitual.

Vivir el propio valor valientemente es un gran programa para una generación de hijas, hermanas, primas, madres, abuelas, suegras, nueras, tías, cuñadas, amigas, novias, esposas, viudas, compañeras, vecinas, ciudadanas… El Congreso fructificará en muchas vidas haciendo conscientes a las congregadas de que ésta es una gran época para ser mujer y son sus valores los que pueden humanizar al mundo en una paz cimentada en la verdad, en la libertad, pero, sobre todo, por el mejor don recibido del Creador: el amor, hoy tan lastimado…