Tengo un amigo, hombre de empresa, a quien últimamente no le ha ido muy bien en sus negocios. Comenta:
-Cuando un pobre no trabaja, dicen que es un huevón. Cuando un rico no trabaja, dicen que está deprimido. ¡Yo voy que vuelo de deprimido pa’ huevón!
En igual caso, supongo, se encuentran muchos empresarios. México es un país en crisis. ¿Cuándo empezó esa crisis? Mi teoría es que comenzó en 1521, cuando la conquista por los españoles; pero hay investigadores que la hacen provenir de más atrás, del tiempo en que las 12 tribus llegaron procedentes de Aztlán al valle del Anáhuac y vieron en el nopal al águila devorando la serpiente. Otros opinan que nuestra crisis económica empezó con el Hombre de Tepexpan, 10 mil años antes de Cristo. A mí esa tesis me parece bastante radical, pero cada día cobra más adeptos.
Sea como fuere, lo cierto es que cualquiera que ande en las cinco décadas de vida nació cuando ya había crisis. Los mexicanos venidos al mundo después de Echeverría no conocieron ya tiempos de bonanza, y no recuerdan ya cómo era. Cuando se las presenten -porque alguna vez alguien se las presentará- dirán tímidamente:
-Mucho gusto.
Todo en México anda ahora patas arriba, y más después de la victoria de Trump. En otros campos de la actividad humana esa posición –la de patas arriba- puede ser muy atractiva, pero en el económico es fatal. Ya nadie entiende nada. Las mil y una reformas fiscales que se han hecho no lograron aumentar la recaudación, antes bien provocaron -todas- una baja considerable en el ingreso público. Eso es muy peligroso. Y sin embargo los encargados de las finanzas públicas seguirán aumentando los impuestos y el precio de las gasolinas. Serán como aquellos dos zonzos que compraron un camión de melones, a peso cada melón. Vendieron todos los melones, a peso cada uno. Cuando contaron su dinero se encontraron con que no habían tenido ganancias.
-¡Pendejo! -le reclamó uno al otro-. ¡Te dije que compráramos un camión más grande!
Mal andan los negocios, en efecto. Conozco a un industrial muy destacado. Cuando alguien le pregunta: “¿Cómo va tu negocio?”, él responde con entusiasmo grande: “¡Viento en proa!”. O sea va hacia atrás, empujado por aires contrarios. ¿Acaso ha habido de otros en los últimos tiempos?
No faltan optimistas que afirman que la situación empieza a repuntar. Pero los pesimistas -un pesimista es un optimista que sabe cómo están las cosas- piensan que ese optimismo es como el de la gallinita, que le dijo al marranito del corral:
-Prepárate: a la noche te van a matar.
-¿Por qué me dices eso? -gimió asustado el cochinito.
Contestó la gallinita:
-Porque oí al granjero decirle a su mujer: “A esa gallina mañana me le das chicharrón”.