¿Visión de futuro?

Usted está aquí

¿Visión de futuro?

“Da miedo su valentía”.  Así definió mediante un mensaje SMS a mi celular, un taurófilo saltillense al matador de toros peruano, Andrés Roca- Rey, el cual ha arrebatado aplausos, orejas y rabos en su temporada en México. No lo conocía ni sabía de su existencia. Fue entonces cuando le pregunté al taurófilo de su opinión. Y sí, valentía, garbo y arte rezume este matador el cual vine a ver y admirar hoy 1 de mayo a la Plaza Monumental de Zacatecas. Junto a él, al rejoneador con unos caballos de alta escuela, Pablo Hermoso de Mendoza. Un buen cartel. 

Moroso, el domingo se levanta. Tras el café matutino en el restaurante del Posada de los Condes, el cual disfruto con placer, sobrevienen sentimientos contradictorios. Por un lado, una angustia extraña, malsana, la cual siento y sobrevive al pensar en el empobrecimiento de la vida en Coahuila y especialmente en Saltillo. Ciudad que detesto y amo por igual; esta angustia extraña y pasajera tiene que ver con la disminución, empobrecimiento de eso llamado “calidad de vida”. Extraña ciudad la que habito. Se prohíbe el arte de la tauromaquia con imponentes toros cebados para el combate, pero se admiran aves, decenas de aves no en sus jaulas, vivas y trinando sus tristes plegarias matutinas, sino muertas; se admiran los cadáveres de aves muertas. A esto le llaman “Museo” y “Cultura”.

En Saltillo la pasión por la necrofilia es patológica. Esto y no los toros es  crueldad humana. Vaya, ni siquiera aprisionamos a estas decenas, cientos de especies con sus picos mustios y alas plegadas en sus jaulas –pero vivas– no; admiramos aves muertas. Crueldad y desolación de nuestra visión y vida misma. Bebo de mi café, doy sorbos cortos, disfruto  su cafeína áspera y ruda la cual está prohibida en Saltillo y me asalta el otro sentido: miro a mí alrededor y la atmósfera da vida. El fresco estival atesora en su humor la transparencia de la mañana azul en Zacatecas. Veo las baldosas y contemplo los edificios y su cantera cobra plenitud. La cantera habla de un ejercicio de artesanos diestros con el cincel y el martillo.

En Saltillo, hemos llegado al extremo de admirar un pájaro muerto y poner en un gadget de moda, su trino. Qué le vamos hacer, así es la política cultural del Gobierno. Las nubes empiezan a descender. Salgo de la cafetería del Hotel y enderezo mis pasos a la cantina “Frida-sufrida”. Voy a empinar el codo con tres cervezas antes de enfilarme a la Monumental de Toros y verme allí con mis amigos artistas de esta ciudad la cual bulle en su arte vivo. 

Esquina-bajan
No se trata aquí hablar de la prisión de los pájaros y de la crueldad humana a la cual los tenemos confinados en nuestra soberbia, no; más bien se trata de que al ver los pájaros muertos, nos reflejamos en ellos nosotros mismos: arte muerto, dinosaurios priístas desenterrados del pleistoceno, aves pegadas con engrudo y sobre árboles falsos. Caray, ¿por qué los artistas no protestan por esto? ; “artistas” e “intelectuales libres” que tampoco protestaron por el ataque artero a VANGUARDIA, porque les quitan sus magros apoyos y dineros del Gobierno del Estado y de la SEC de Ana Sofía García Camil… 

Así es la vida en Coahuila hoy: prohibido volar, prohibido pensar, prohibido escribir, prohibido embestir, prohibido ser libre. Vaya, ni siquiera tenemos pájaros tristes y ateridos en las jaulas; tristes pero vivos. Al menos vivos. Los pájaros del Museo son como los suicidas que se cuelgan en Coahuila. 23 sólo en Saltillo para ser precisos. No ven futuro, esperanza ni dicha.

Su sombra la cargan como un fardo; una silueta negra y pertinaz donde guardan el sufrimiento; por eso huyen de él, de esta sombra obcecada y al menor descuido, van y se cuelgan. Como en aquel mítico Bosque de Upsala. Álvaro Colomber lo ha narrador en su novela. Aquí, nadie osa descolgar al suicida. Son admirados, oscilan como badajo de campana mecidos por el ominoso viento. Allí se colgaban ancianos. Aquí jóvenes y niños.  

Y aquí y en su Plaza Monumental, atiborrada de tope al tope, rugen, resoplan los toros. Los astados son una perfecta maravilla de Dios en sus músculos, nervios y embestida. Están vivos, mugen. La pezuña brava, la búsqueda del ocaso.

¿Qué admiramos cuando vemos pájaros muertos en el Panteón de las Aves? ¿Qué vemos cuando vemos sus alas pegadas con silicón y alfileres? Alas muertas, inútiles para lo cual Dios las diseñó. A esto le dicen “cultura”.

Letras minúsculas
Sangre en la tarde. Brindo con una mujer de jeans ajustados y botas de piel hasta la rodilla. Andrés Roca-Rey pone un par de banderillas de violín… arte vivo. No muerto.