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Volver a hacer pan en la escasez
Preparar la masa con anís. Colocarla en el horno. Es el pan que calienta su corazón donde hay trozos de nuez, canela, uvas pasa, piloncillo y cardamomo. Dicen y así es, que los precios se elevan, así como se elevó la masa con levadura. Pienso en la dificultad pero también en la riqueza de volver a hacer el pan. Hay ganancias en volver a hacer, en sumar pocas y hermosos frutos de la tierra: mientras el pan se hace, la casa se tibia y se perfuma. Y vamos de casa en casa con un regalo hecho por nuestras manos.
Leo las noticias y los engañosos precios bajos pelean por llevarse el dinero que hemos ganado con esfuerzo. Nos ofrecen comprar montañas de plástico en diferentes formas y otras cosas innecesarias. Y cuando pienso en la importancia de volver los ojos a la comunidad, en este contexto nacional, veo que muchos hemos posado nuestros ojos en el comercio nacional o local, con solidaridad.
Y hacer el pan con ingredientes sencillos y prodigiosos, nos lleva a mirar el mundo, a preguntarnos si está limpia la tierra y el agua, si los campos de siembra conversan entre ellos para resguardar la riqueza del suelo. Nos teje conversaciones sobre el tipo de grano que usamos, sobre el tiempo en el que el aire se expresa en el horno y el costo del gas, sobre el tiempo que teníamos y ya no tenemos, o hemos elegido no tener, para preparar nuestros alimentos.
Mientras veo el color dorado del pan en el horno, de un color dorado y dulce, cavilo sobre asuntos que no me harían muy popular, pues pienso: se nos pide solidaridad con empresas nacionales; está bien, pero en muchas de ellas no hay solidaridad hacia nosotros. Si vemos el sobreprecio de sus productos para beneficiar a las familias que manejan estos negocios (porque siempre hay una familia detrás), si vemos los horarios extendidos y las pagas escasas a las que someten a sus trabajadores. Estos empresarios mexicanos no quieren perder un céntimo, y nos adjudican a través de los precios, todo: que paguemos el 200 por ciento de sus procesos.
¿Dónde están estas corporaciones, empresas o negocios que son capaces de también, en este contexto, no buscar ventajosamente, vivir de nuestros salarios? ¿Quiénes son solidarios con el ochenta por ciento de los mexicanos que viven en pobreza? Si nos detenemos por ejemplo, en algo tan sencillo y hermoso como el pan, veremos que el precio no es calidad.
Así, volver a hacer el pan, elegir la harina, es saber con certeza que ese alimento debe ser un buen alimento porque es para los nuestros, también es un acto solidario en este contexto nacional, un acto que hace comunidad a un nivel más íntimo, y por eso más valioso. Hacer el pan, nos conecta con recetas que son tiempo de nogaleras en Nadadores y vides en Torreón, por ejemplo, con rostros de los ya no están. Y sobre todo, nos otorgamos un ejercicio –tal vez limitado- de nuestras libertades.
Y del pan, se sigue a las mermeladas y otros alimentos, a las recetas de nuestros ancestros que no son marca exclusiva de nadie, que por fortuna no están registradas con derechos de autor. Porque el pan hecho en casa y los platillos que hacemos, son un bien común, que sustenta en estas fechas a los hogares de nuestro país.
Entre los regalos que me han hecho, recuerdo con alegría el pan envinado de frutos secos que me dio Haidy navidades atrás, y no es porque el resto no importe, es simplemente que dialogué con ella y supe el tiempo en el que estuvo en la cocina, preparando con cariño una hilera numerosa que entregó a su familia y amigos, recuerdo con carino ese pan junto al pan que comí en el corazón del sahara, con la mantequilla y la miel más puras, mirando el perfil de ébano de la cocinera en Merzouga, que hermosa, descansaba en una silla de madera al lado de un gato.