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Voté con miedo
Esta semana crucé y envié mi voto desde el extranjero para asegurarme que será contado en la elección presidencial. Considerando el costo que implica el #VotoExtranjero y la complejidad del proceso para poder votar desde fuera de México, espero que verdaderamente llegue al destino correcto, sea contabilizado y registrado adecuadamente. Debo reconocer que las campañas del miedo han tenido efecto y han definido mi voto.
Por primera vez voto con profundo temor y mi voto refleja ese miedo sobre lo que veo que pasa y sobre lo que me preocupa que pase en el futuro con nuestro país. Creo que si un 35 al 40 por ciento de los que voten el 1 de julio lo hacen en el mismo sentido que yo, estaremos dándole lo que parece ser la última oportunidad al país de romper círculos viciosos que nos han envuelto por varias décadas. Aun así, no voto ciego ni con expectativas irracionales; no hay garantías que el próximo presidente pueda revertir la inercia y reencauzar al país hacia mejoras notables en seguridad, corrupción, desarrollo y hacia un verdadero Estado de derecho. No pretendo que en seis años se arregle lo que está mal, pero debemos empezar cuanto antes; es más, estoy seguro necesitaremos que los siguientes cuatro presidentes bateen más de .300 (en términos de beisbol) para que recuperemos el tiempo perdido y remontemos la ventaja que otros países y sociedades han tomado.
Debe asustarnos que el país está convertido en una olla de presión y no parece haber habido Gobierno o liderazgo capaz –o con la intención– de regular esa presión. La fórmula que nos presentan es seguir haciendo lo mismo y esperar a que milagrosamente los resultados sean distintos y eventualmente la olla no explote. Me da miedo que países que no tienen los recursos y las condiciones favorables que tiene el nuestro nos sigan rebasando por la izquierda y la derecha, dejándonos atrás en mediciones comparativas de educación, de ingreso per cápita, de salario, de desarrollo, de paz.
La corrupción es escandalosa y debe provocar terror. Por algún motivo nos quieren convencer que todos son iguales y que la corrupción no tiene remedio; incluso encuentran la forma de señalarnos a usted y a mí como fuente del problema, una forma fácil y descarada de lavarse las manos y convencernos que dejemos a los mismos haciendo lo mismo, malversando y desapareciendo el dinero del país para beneficio de unos cuantos. Si todos son iguales, yo sostengo que entonces hay unos más iguales que otros y debemos encontrarlos. Tiene que haber alternativa a una medicina que sabe muy mal y no ha servido.
Nos debe dar miedo que no existe un verdadero respeto por la vida y la seguridad de las personas. No solamente por la violencia relacionada al narco, sino por los delincuentes de todos niveles que se pasean impunemente por las calles, calles vigiladas por autoridades que no cuentan con el respaldo y la legitimidad que los ciudadanos de una sociedad madura deben otorgar a los encargados de gobernar y mantener el orden. Da miedo que no existe un verdadero imperio de la ley y que en distintas regiones del país quienes deberían tener el monopolio de la violencia no lo tienen, al grado que un presidente de la república tiene que cancelar sus eventos por aparente falta de condiciones para garantizar su seguridad (Reynosa, enero 2018).
Las campañas del voto del miedo sí funcionaron conmigo, tal vez no como algunos esperaban.
@josedenigris