Y como no hay ese medicamento volvió a ser otra vez ´mala sangre´

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Y como no hay ese medicamento volvió a ser otra vez ´mala sangre´

1.- Y entonces él, desde el fondo de su próstata le suplicó a su mujer: “no te vayas”, que ya se estaba yendo siguiendo el viejo adagio ese de que cuando el dinero no entra por la puerta, el amor sale por la ventana. Es que esa glándula le había crecido casi al tamaño de su corazón. Como clásico hombre de su edad, tenía hiperplasia prostática benigna.

La malignidad de ese padecimiento lo estaba acechando como lo hacen los políticos a su presa el ciudadano -y al erario también- pero por lo pronto, era benigna y al parecer, de eso no se iba a morir, aunque quien sabe, porque recordaba siempre que salía de consulta, lo que decía el General Aureliano Buendía del irreverente Gabo de “Cien años de Soledad”: Uno no se muere cuando quiere sino cuando puede.

Les platico que si se le volvía cáncer el mal benigno que tenía, tendría que tomarse durante por lo menos dos años, abiraterone acetate, apalutamide, bicalutamide o por lo menos la más barata de todas esas medicinas, la cabazitaxel.

Mientras el asunto resultara benigno y no se operara, con una tableta diaria de tamsulosina compuesta era suficiente, no le hace que su virilidad sufriera uno que otro estrago. El problema no era ese, sino que ninguno de tales medicamentos existía en los inventarios del IMSS debido a los controles impuestos por la 4T contra las farmacéuticas neoliberales.

2.- Lo habían trasplantado de riñón hacía 6 meses y ya no era el riñonudo luchador que cada domingo defendía su máscara de técnico frente a los rudos de la lucha libre contra los que se enfrentaba a dos de tres caídas sin límite de tiempo.

Le seguía entrando a los trancazos y -por supuesto- al famoso “camuco”, pero tenía ya tres semanas de que aunque le daban luchas para los domingos, ya no iba porque en el Seguro Social donde se atendía, no podían surtirle las recetas que le daba el urólogo, ya ue el sandimul neoral no estaba disponible.

3.- Le habían extirpado un agresivo cáncer de colon y desde entonces, notó que ya no era tan visceral en su toma de decisiones. Usaba más la cabeza que las tripas desde que le practicaron la hileostomía.

Como parte del tratamiento post operatorio y previo a que dentro de como 9 meses le volvieran a conectar los intestinos, un mes lograba tomarse la capacitabine y dos no, interrumpiendo con eso el riguroso tratamiento que le prescribió su médico. La razón de este tropiezo era que el IMSS no tenía ese medicamento -ni el sustituto avastin- en sus inventarios a disposición de los derechohabientes.

4.- Desde que tuvieron que amputarle su pie izquierdo debido a úlceras que le fueron tratadas tardíamente,él bromeaba diciendo que a partir de que salió del quirófano con 15 uñas en vez de 20, había dejado en su vida de dar malos pasos.

Durante todo el 2018 no tuvo problemas para que en las farmacias del Seguro le surtieran la linagliptina, pero estaba batallando mucho para que le dieran dicha medicina, desde que el gobierno de la 4T mandó al carajo a las instituciones encargadas de surtir este y muchos otros medicamentos.

5.- Siempre ponía el pecho a los problemas; esa era su actitud ante la vida, pero desde que el cáncer apareció en esos órganos suyos, ya no era tan entrona como antes lo fue y menos aún después de la mastectomía a que fue sometida.

Coleccionaba recetas del IMSS donde el oncólogo que la trataba prescribía rigurosamente evista, raloxifene o mínimo tamoxifen para tener a raya la enfermedad. Las coleccionaba porque ninguna de esas medicinas las tenían las farmacias del Seguro.

6.- Era medio sangrón, no tanto como el pipope del que les platiqué ayer, el mismo que fue sacrificado en Uxmal por haberle faltado al respeto a una marimba que tenía 300 años de haber sido construida por los descendientes de los mayas.

Y como sucede con todos los sangrones, de él se decía que era un hígado. Bueno, pues jugueteando él mismo con sus propias desgracias, desde que le extirparon unas protuberancias hepáticas diagnosticadas tardíamente -y mal- urbi et orbi declaraba que gracias a esa operación ya no era el hígado de antes.

Para conservar su nueva faceta de simpático y buena onda, necesitaba forzosamente de una cápsula diaria de Cyramza 250 mg o keytruda de 100mg, pero dada la casualidad de que no las conseguía por ningún lado en el IMSS, bromeando también decía que lo “hígado” le había brotado nuevamente.

7.- Presumía de lo cerebral que era para resolver cuanta cosa se le presentaba en la vida. Asociaba esa postura de su comportamiento con la frialdad de los grandes intelectos de la historia.

Un desafortunado día le encontraron un quiste maligno en su lóbulo frontal y esa fue la explicación que él mismo se daba para “explicar” una creciente emocionalidad en su actuar, pensar y decidir. Su conducta perdía control de la cognición, aún después de que un oncólogo neurocirujano logró extirparle el mentado quiste.

En el mercado privado, el afinitor disperz y el avastine se cotizan a precios planetarios, pero los sistemas públicos de salud de México siempre los pusieron al alcance de los mexicanos que padecían este tipo de males. Siempre, hasta que llegó la 4T y comenzaron a escasear.

8.- Su abuela decía que se necesitaba ser muy “mala sangre” para hacerle el mal a los demás y en el caso de él, esto no se daba nunca porque era un buen pelado.

Si su abuela viviera seguro diría que era un “buena sangre”, pero un día le diagnosticaron una forma de leucemia que lo llevó a un tratamiento altamente prolongado para buscar sanarlo.

Y lo estaba consiguiendo gracias a los medicamentos arranon y asparaginase compuesto, pero de pronto, en la clínica del Seguro a donde acudía le dijeron que no los tenían más en existencia.

A la quinta vez de ir a buscarlos y encontrarse con una enésima negativa para darle el servicio que sus impuestos y los de su patrón pagaban, le mentó la madre al encargado de la farmacia, a su médico tratante y a todo el “méndigo gobierno de Morena que la está regando gacho en un tema crucial para la vida de los mexicanos como es la salud”.

Es que, debido a que la enfermedad le volvió a brotar, era otra vez “mala sangre”.

CAJÓN DE SASTRE

"Amables lectores, recordemos por favor todos juntos el nombre de ésta columna”, aclara en forma por demás pertinente la irreverente de mi Gaby.