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¿Y si de verdad van al cielo?
Jesucristo no descansa. Nunca ha descansado. Se le sigue crucificando diario, al parecer, con más saña que nunca. Los últimos acontecimientos siguen sucediendo con inusitada frialdad al día de hoy y se agudizaron luego de Semana Santa como un parteaguas. Esos días fueron días largos, lerdos en todo el mundo. Para algunos países y pueblos, todo el año es Semana Santa: año completo de pasión, sufrimiento y crucifixión. No hay tregua, no se puede dormir sin sobresaltos. No hay reposo.
A los atentados suicidas en Bruselas, Bélgica, donde se había reportado la muerte y detención de los involucrados en los atentados terroristas de Francia, en jueves y viernes santo, se unieron dos detonaciones suicidas en Yemen e Irak. Al final de un partido de futbol iraquí, un kamikaze activó su bomba. En Yemen, igual. Saldo: 51 muertos. Decenas de heridos. De hecho, la cifra exacta de muertos no se la puedo dar; debido a la gravedad de los heridos, los muertos aumentan. En esta semana infausta, Estados Unidos abatió al número dos del Estado Islámico (EI o ISIS, por sus siglas en inglés), Abdel Rahamen al Qadouli. Cuando el partido terminó, un kamikaze se hizo pasar como fanático que detonó un cinturón con explosivos atados a su cuerpo. En este atentado suicida también murió el alcalde de Alejandría, Ahemed Chaker.
Justo en esos días y debido a la columna sabatina que tiene como objetivo hablar y explorar a ese inasible Dios, y al leer y reflexionar este escritor sobre una de entre decenas de contradicciones en la Biblia (en este caso: el por qué los famosos diez mandamientos dictados a Moisés directamente por Dios no coinciden en las cuatro o cinco ocasiones que se les nombra y deletrea en la escritura) y al pedir opinión al respecto a una amiga que hace el favor de leerme, ella candorosamente me dijo: “no leas la Biblia con tu mente, sino con el corazón.”
Caray, qué fácil es evadir toda responsabilidad, compromiso y trabajo en la construcción de una sociedad equitativa, respetuosa y justa. Qué fácil es escudarse en el “corazón” y en la supuesta infalibilidad de la palabra de Dios y Alá, en la Biblia y el Corán. Pero a ver, caray, vamos a explorar eso. Digamos que sí, hay que creer a ciegas en las palabras de Dios dictadas a los hombres, tanto a Moisés como a Mahoma (no hay ninguna diferencia, lo voy a probar). Si hacemos caso que es la mismísima palabra de Dios y hay que creer a lo tonto. Lea usted lo siguiente.
Esquina-bajan
En Paquistán hubo otro atentado en plena Pascua. Un grupo talibán extremista, como el EI, reivindicó este ataque. Saldo primario: 69 muertos y 340 heridos. El Grupo Jamaat Ul Ahrar, al sumir los costos de la carnicería, lo dijo sin tapujos: el objetivo eran los católicos y cristianos que celebraban la Pascua. Hoy mismo, fuerzas de la ONU arrojan comida en Siria, Yemen y Líbano a los miles de hambrientos que padecen la guerra. Tiene usted ya los datos. Arremeto: si vamos a creer con el “corazón” como dicen decenas de cristianos en sus Templos y esperan su Reino con cantos y pandero, pero sin pizca de voluntad propia para cambiar esto, entonces hay que creer en la Biblia y el Corán. Pregunta: ¿los asesinos, los kamikazes se van a ir al cielo? Le tengo una respuesta de miedo, señor lector: sí.
Horas antes de morir, Jesús les aseguró a sus discípulos, a sus apóstoles fieles, que estarían con él en el Reino celestial si creían (Lucas 22: 28-30). Y un poco más tarde, al ratero y malvado que crucificaron a su lado, no obstante ser un criminal, igual, le perdonó todo y se lo llevó al cielo en sus hombros (Lucas 23: 43). Dice el Corán: “Creed en Dios y en su apóstol, combatid en el sendero de Dios, haced el sacrificio de vuestros bienes y de vuestras personas; esto os será más ventajoso… Dios os perdonará vuestras ofensas, os introducirá en los jardines regados por corrientes de agua…” (Corán. Sura LXI. 1-12). Perdonadme, lectores, en este Dios yo no creo. Si usted cree, pues haga lo que haga (no importan sus acciones, como la de los suicidas musulmanes) usted está salvado por la “gracia” de Dios y Alá. Así de sencillo.
No lo dude, las masacres van a seguir. El ISIS tiene armas y fanáticos que piensan que se van a ir con Alá (al parecer si se van con él, de acuerdo a su promesa arriba transcrita. Vea lo de Turquía) y tienen odio en la sangre (los acontecimientos de Orlando, EU). Lea el siguiente versículo (sura) de decenas que hay: “Grande es el odio de Dios contra los que dicen lo que no hacen”. Hay otras maneras de seguir crucificando a Jesucristo. Unas por ignorancia (creer a ciegas en su “palabra”), otras por indolencia de los ciudadanos (los funcionarios del ICAI a perpetuidad en sus millonarios puestos), ora por flojera (Verónica Martínez y Javier Díaz durmiendo en sus curules y esperando dedazo para ser Alcaldes por un día)…
Letras minúsculas
¿Y si de verdad los kamikazes se van al cielo? Hay cristianos y musulmanes que lo creen. No hay diferencia alguna. Puf.